La continuidad de las pol�ticas p�blicas en El Salvador: Las pol�ticas de seguridad ciudadana ante el fen�meno de las pandillas

Investigador[1]:

Jose Rafael Alas Vides

 

 

Resumen

El an�lisis de las pol�ticas p�blicas se enfoca normalmente en la determinaci�n de sus impactos y efectividad, dejando de lado un an�lisis de continuidad y cambio que �stas sufren a lo largo del tiempo y de los diferentes gobiernos, y que determina en gran medida los resultados que tengan. En El Salvador, el problema de las pandillas se ha vuelto prioritario, y para combatir este fen�meno se han formulado diferentes pol�ticas p�blicas que no han logrado una mejora de la situaci�n. Este art�culo eval�a la continuidad de las pol�ticas de seguridad ciudadana en El Salvador, ante el fen�meno de las pandillas o �maras�.

Palabras Clave

Pol�ticas p�blicas, seguridad ciudadana, pandillas, continuidad

Abstract

The analysis of public policies usually focuses on determining their impacts and effectiveness, leaving aside the analysis of continuity and change that these suffers with time and with different governments, this determines to a large extent the results they have. In El Salvador, the problem of gangs has become a priority, and to battle this phenomenon, different public policies have been formulated, these haven�t achieved an improvement of the situation. This article evaluates the continuity of the citizen security policies in El Salvador, with the phenomenon of gangs or "maras".

Key Words

Public policies, citizen security, gangs, continuity

Recibido: 20 de octubre de 2018.

Aprobado: 09 de noviembre de 2018


 

Una introducci�n a las teor�as de continuidad y cambio de las pol�ticas p�blicas

Los cambios en la pol�tica de las pol�ticas p�blicas en Am�rica Latina

A partir de la d�cada de los 90�s, se extiende en Am�rica Latina un cambio en el modelo econ�mico y social: el paradigma neocl�sico bajo la modalidad neoliberal se impone a trav�s de las recomendaciones del Consenso de Washington. Se transita de un modelo de sustituci�n de importaciones hacia una serie de estrategias de liberalizaci�n econ�mica y apertura (Stein & Tommasi, 2006). Para la implementaci�n de estas medidas se realiz� en la mayor�a de pa�ses latinoamericanos una reforma a la estructura institucional: Hay un cambio al pasar de los reg�menes militares autoritarios hacia una democracia representativa, que marca una nueva forma de generar pol�ticas p�blicas.

 

En la actualidad, la evoluci�n del sistema pol�tico-electoral ha llevado a muchos pa�ses a voltear sus esfuerzos contra la corrupci�n, la polarizaci�n y en general, una mayor dificultad a la hora de establecer acuerdos sobre gesti�n p�blica. El sistema pol�tico en este contexto toma un nuevo rol, ampliando su enfoque a los procesos que dan forma, implementan y determinan su continuidad o cambio a lo largo del tiempo. Tan importante como el fundamento te�rico � t�cnico de una pol�tica es el proceso de dise�o, negociaci�n, aprobaci�n e implementaci�n, por lo que se debe replantear un enfoque que vincule ambos aspectos para lograr una reforma adecuada y una aplicaci�n de pol�tica p�blica exitosa (Stein & Tommasi, 2006).

 

Los resultados mixtos obtenidos a trav�s de las pol�ticas p�blicas en Am�rica Latina demuestran una amplia variabilidad entre �xitos y fracasos, y es esta diferencia la que se trata de explicar a partir del desarrollo de las instituciones, agentes, factores y procesos involucrados dentro de las pol�ticas p�blicas, d�ndose debate entre la continuidad de una pol�tica durante un periodo de tiempo versus la modificaci�n frecuente ante cada cambio de gobierno, la adaptaci�n �gil de pol�ticas a los cambios de situaciones externas o innovaciones ante la poca eficacia de una pol�tica versus la lentitud en el cambio de pol�ticas, la aplicaci�n eficaz de las pol�ticas posterior a su planificaci�n y aprobaci�n versus la poca velocidad de aplicaciones de estas o aplicaci�n incompletas, etc. Stein & Tommasi (2006) Esta diversidad de escenarios, situaciones y decisiones llevan al estudio de los procesos que hay detr�s de la pol�tica de las pol�ticas p�blicas.

 

Funcionamiento de la democracia

La actual democracia de la mayor�a de los pa�ses latinoamericanos encuentra su base en la divisi�n del poder p�blico en tres componentes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Estos tres sectores juegan determinados roles durante todo el proceso que implica una pol�tica p�blica, influidos a su vez por los partidos pol�ticos, que representan expresiones de poder de grupos o sectores y adquieren caracter�sticas espec�ficas en los diferentes pa�ses de Am�rica Latina afectando los procesos de las pol�ticas.

 

Para Stein & Tommasi (2006) �es m�s factible tener procesos pol�ticos eficaces y mejores pol�ticas p�blicas cuando hay partidos pol�ticos institucionalizados, cuerpos legislativos con gran capacidad de dise�o de pol�ticas, un poder judicial independiente y burocracias s�lidas�.

 

Son los partidos pol�ticos, los cuerpos legislativos y los presidentes los principales protagonistas en los procesos de las pol�ticas p�blicas. A continuaci�n, se presenta en s�ntesis una descripci�n del papel de cada sector mencionado en la gesti�n p�blica. Se determina que �en general los presidentes con m�s facultades partidistas y constitucionales tienen mayor grado de libertad para definir y aplicar su programa de pol�ticas� (Stein & Tommasi, 2006). En cuanto al sistema partidista, es el grado de institucionalizaci�n[2] el que llega a determinar los efectos en los procesos de las pol�ticas p�blicas. Con una mayor institucionalizaci�n, las organizaciones pol�ticas se vuelven program�ticas y compiten bas�ndose en sus diferencias de orientaciones de pol�tica y sus logros, existiendo as� coherencia en el tiempo y un potencial para una mayor duraci�n de los acuerdos establecidos. El grado de �nacionalizaci�n� (los sistemas partidistas tienen un �mbito de acci�n y orientaci�n nacional), el nivel de fragmentaci�n en el Congreso o Asamblea, el tama�o del contingente legislativo oficialista y la solidez de la disciplina de los partidos son factores que pueden determinar la aprobaci�n de una pol�tica.

 

Por otro lado, los cuerpos legislativos tienen un papel protag�nico, pero tambi�n caracter�sticas espec�ficas entre pa�ses: en un extremo activo y constructivo �stos desarrollan sus propias propuestas y ayudan a orientar el programa de pol�ticas con el Ejecutivo, llegando incluso a la supervisi�n y seguimiento a las pol�ticas. Por �ltimo, el poder judicial tiene un menor grado de participaci�n, pero llega a afectar positivamente en la medida en que sea funcional e independiente de los sectores, asegurando que no se sobrepasen los l�mites entre los actores. La movilizaci�n social es otro actor que, como explican Stein & Tommasi (2006), a pesar de ser generalmente no estructurado y ser espont�neo, pueden afectar al proceso de dise�o de las pol�ticas, provocando inestabilidad y generando un alejamiento de los gobiernos sobre esos programas que fueron rechazados. En el caso en que estos movimientos ocurran repetidamente, se adoptan horizontes de trabajo de corto plazo, desalentando las inversiones en capacidad pol�tica.

 

Por lo tanto, ante una multiplicidad de factores y agentes con grados diversos de incentivos y poder, la negociaci�n de las pol�ticas p�blicas no debe verse s�lo desde el punto de vista legislativo o ejecutivo, sino que el marco de visi�n debe ampliarse al sistema institucional que tenga un pa�s.

 

La continuidad de las pol�ticas p�blicas��

Las pol�ticas p�blicas se enfrentan a escenarios de discusi�n sobre la necesidad de la continuidad de �stas o cambios e innovaci�n. Esto ocurre principalmente en los periodos de cambio de gabinetes gubernamental, con la llegada de partidos pol�ticos diferentes a los anteriores al poder. Sin embargo, hay muchos m�s aspectos que pueden llegar a afectar la continuidad de �stas a lo largo del tiempo.

La capacidad de cooperaci�n que tengan los actores pol�ticos en el tiempo llega a ser un factor determinante clave en la calidad de las pol�ticas p�blicas, como expresan Stein & Tommasi (2006). Tantos actores p�blicos, organizaciones pol�ticas, grupos de inter�s y sociedad civil llegan a actuar e intervenir en las pol�ticas, y los resultados son mejores en la medida en que existe un mayor grado de cooperaci�n y acuerdo sobre una pol�tica, favoreciendo su sostenibilidad en el tiempo.

 

La relaci�n de la naturaleza espec�fica del r�gimen pol�tico con las pol�ticas p�blicas es tambi�n analizada por Medell�n (2004), que llega a cuestionarse si en condiciones de �precariedad pol�tica e informalidad institucional� las pol�ticas p�blicas pueden llegar a generar cambios en la sociedad. Para �l, las pol�ticas no son variables independientes al conjunto de factores pol�ticos e institucionales en que se estructuran, aunque el r�gimen pol�tico y el gobierno se distinguen como los dos sectores principales.

 

Como expresa Medell�n (2004), en pa�ses con una fr�gil institucionalizaci�n, los procesos en las pol�ticas p�blicas pueden verse afectados por los intereses de los entes que est�n al frente de las instituciones p�blicas, cre�ndose un marco donde cada actor vela por sus intereses. En ese contexto, la intencionalidad de los gobernantes se marca por sus proyectos personales y los compromisos que adquieren en la etapa de elecciones, sobre la urgencia de actuar en las entidades p�blicas. As�, la toma de decisiones comienza a estar influida por presiones internas y externas al gobierno, con una mayor fragmentaci�n debido a los intereses individuales, y de las inercias en los procesos institucionales y pr�cticas burocr�ticas que entrampan el proceso de las pol�ticas p�blicas, afectando todo el proceso, especialmente la formulaci�n y la implementaci�n. M�ltiples actores pueden reconocerse, ya no s�lo internos al gobierno, y son las caracter�sticas de estos actores los que los llevan a combinarse e interactuar ya sea para crear un entorno favorable en el dise�o de las pol�ticas, o uno de corto plazo favoreciendo a intereses de grupos y sectores.

 

En un contexto de fragilidad institucional surge el cuestionamiento de los factores que inciden en la estabilidad de las pol�ticas p�blicas, y, por ende, de su funcionalidad en el tiempo. Para Santander (2016), la din�mica de las pol�ticas p�blicas se compone de un factor estable y un factor de cambio; siendo ambos necesarios para el adecuado funcionamiento de las pol�ticas. As�, relaciona la fragilidad institucional de los pa�ses con la incertidumbre en la continuidad de las pol�ticas p�blicas, donde los cambios en los gobiernos una volatilidad sobre las decisiones, siendo el caso de muchos pa�ses latinoamericanos; donde se llega al extremo de que �ni siquiera la continuidad del mismo partido pol�tico en el gobierno garantiza una prolongaci�n en las decisiones de pol�tica" (Santander, 2016).

 

Las pol�ticas p�blicas est�n en un contexto de constante presi�n al cambio, por lo que los gobiernos deben realizar esfuerzos pol�ticos para su sostenimiento: la estabilidad est� lejos de ser un movimiento inerte en la din�mica (Santander, 2016). La comprensi�n de las din�micas y la estabilidad de las pol�ticas es dificultada por un marco te�rico que no logra conectarse completamente; reflej�ndose en la variada conceptualizaci�n de los t�rminos y una extensa serie de inferencias causales. Es decir, la multiplicidad de enfoques parciales vuelve complicado un an�lisis hol�stico, al dejar de lado elementos relevantes o no tomar en cuenta fen�menos en su teorizaci�n.

 

El abordaje conjunto de estabilidad y cambio es expresado tambi�n por Majone (1997) que indica que �tanto la continuidad como el cambio son inherentes a la concepci�n de pol�tica p�blica�. Es preciso entonces una continuidad de las pol�ticas para que se logren sus efectos, as� como un cambio ante escenarios que pueden presionar al fracaso o afectar negativamente la pol�tica.

 

La existencia de una diversidad enfoques y su heterogeneidad en la explicaci�n de la din�mica de las pol�ticas p�blicas genera problemas en los estudios de �sta, por lo que resulta como reto a seguir encontrar una unidad de an�lisis y una integraci�n de los enfoques para generar una teor�a s�lida que permite un mejor an�lisis de la din�mica de las pol�ticas p�blicas (Santander, 2016).

 

El estado de El Salvador en materia de pol�tica p�blica de seguridad ciudadana

Sistema democr�tico en El Salvador

Durante los 80�s y al comienzo de los 90�s, El Salvador tuvo una guerra civil con una duraci�n de doce a�os, que dej� 75,000 personas fallecidas, miles de desaparecidos y m�s de un mill�n de refugiados o personas desplazadas al interior del pa�s (ONU, 1995). Este conflicto termin� en 1992 con la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno salvadore�o y las fuerzas de guerrilla.

Sin embargo, unos a�os despu�s empieza a surgir un nuevo tipo de violencia social, tomando la forma de crimen com�n y organizado perpetrado por las pandillas o �maras�. Esta nueva clase de violencia ha generado una cantidad de personas fallecidas mayores incluso a las de la guerra civil, y a lo largo de los a�os, se ha profundizado y dispersado a lo largo del pa�s, convirtiendo a El Salvador en el pa�s m�s violento del mundo, comuna tasa de homicidios de 102.7 por cada 100,000 habitantes (Segovia, 2017).

 

A partir de los acuerdos de paz, se inscribe como partido pol�tico el que anteriormente constitu�a la oposici�n guerrillera: el Frente Farabundo Mart� para la Liberaci�n Nacional (FLMN), que r�pidamente logra competir por los esca�os legislativos contra el partido oficial en el gobierno: Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Esto dar�a inicio a una polarizaci�n entre la poblaci�n salvadore�a, y a un sistema de dos partidos pol�ticos dominantes.

 

El Salvador tiene periodos presidenciales de cinco a�os, mientras que los diputados que conforman la asamblea legislativa y concejos municipales son elegidos cada tres a�os. La longitud temporal de estos periodos genera una situaci�n de constante clima partidario, que refuerza los discursos de convencimiento de los partidos pol�ticos, y demuestra la polarizaci�n existente durante cada elecci�n.

 

Gr�fico 1: Periodos de elecci�n presidencial, municipal y legislativo en El Salvador 1989-2019.

Fuente: Elaboraci�n propia

 

La institucionalidad salvadore�a de seguridad es afectada por el arraigo social fuerte del bipartidismo, un sistema judicial con distribuci�n desigual de recursos y una instituci�n policial con un respaldo m�s fuerte de la fuerza armada (International Crisis Group, 2017). Este sistema polarizado que vive el pa�s afecta al gobierno central y por ende al dise�o e implementaci�n de las pol�ticas p�blicas. Durante los �ltimos dos periodos presidenciales, a partir del 2009, el FMLN ha ostentado la presidencia; mientras que en la asamblea legislativa ha habido un mayor predominio de la bancada de diputados pertenecientes del partido ARENA.

 

La polarizaci�n pol�tica lleva a discusiones y conflictos entre partidos pol�ticos constantes, que se ha manifestado (y sigue haci�ndolo) en retrasos y dificultades para la aprobaci�n de leyes; y, por lo tanto, en la necesidad de la negociaci�n o convencimiento para �ganar votos� que favorezcan a las propuestas de uno u otro partido.

 

La divisi�n en la Asamblea legislativa ha llevado tanto al partido ARENA a aliarse con partidos peque�os como el Partido Dem�crata Cristiano (PDC) o Partido de Concertaci�n Nacional (PCN), como al FMLN a aliarse con Cambio Democr�tico (CD), y Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), que fue conformado originalmente por una fracci�n que se desliga de ARENA. Las alianzas b�sicamente sirven para obtener votos para la aprobaci�n (o no) de iniciativas multipartidarias. La din�mica de la Asamblea Legislativa es cambiante, y por ende cada nueva propuesta de ley a ser aprobada involucra una nueva negociaci�n entre diputados.

 

Gr�fico 2: Composici�n actual de la Asamblea Legislativa en El Salvador por partido (en porcentaje y n�mero)

Fuente: Elaboraci�n propia con base en datos de El Faro (2018).

 

La institucionalidad del ente encargado de la ejecuci�n de las pol�ticas de seguridad ciudadana tambi�n ha cambiado: hasta 2006, el sector Justicia y Seguridad Ciudadana era parte del Ramo de Gobernaci�n, a su vez dirigido por el �rgano Ejecutivo. �ste coordinaba a la Polic�a Nacional Civil (PNC), al sistema penitenciario y al �rgano Judicial para la ejecuci�n de las pol�ticas.

En la actualidad, la uni�n de tres instituciones (la Fiscal�a General de la Rep�blica, la PNC y el Poder Judicial) es la encargada de investigar y juzgar los delitos en El Salvador, siendo instancias independientes a excepci�n de la PNC, que, junto con el sistema penitenciario, se rigen por el Ministerio de Justicia y Seguridad P�blica (MJSP). Estas instituciones tienen que enfrentar problemas ligados al �rea administrativa, dada la saturaci�n existente que afecta el funcionamiento de tribunales y �reas penitenciarias, lo que lleva a una descoordinaci�n y conflictos entre estas instituciones (International Crisis Group, 2017).

 

Los niveles crecientes de violencia generados por grupos pandilleriles han llevado a que las discusiones de pol�ticas de seguridad ciudadana tengan una mayor predominancia en los discursos pol�ticos, en la b�squeda de estrategias y medidas para solucionar un creciente y evolutivo fen�meno que se extiende y profundiza a lo largo del territorio.

 

Los enfoques de las pol�ticas de seguridad ciudadana

Los problemas de violencia[3] en la sociedad tienen diferentes formas de ser combatidos por las pol�ticas de seguridad ciudadana[4]. Seg�n Calle D�vila (2011), hay tres niveles en el desarrollo hist�rico gradual de las formas de prevenci�n de la violencia:

 

-        Nivel de represi�n y control: Abarca la intervenci�n de polic�a y sistema judicial. Se basan en el efecto de intimidaci�n sobre los agresores o potenciales agresores que genera la exclusi�n carcelaria y la suspensi�n de derechos civiles que el Estado realiza para castigar infringir la ley.

-        Nivel de prevenci�n[5]: Respuesta intersectorial a la multicausalidad de la violencia, e implica a los diversos sectores en relaci�n con la atenci�n, rehabilitaci�n, cuidado y control de v�ctimas y victimarios en actos violentos.

-        Nivel de promoci�n del desarrollo humano y recuperaci�n del capital social: Se procura no s�lo evitar el da�o sino generar condiciones para no favorecer el surgimiento de estas manifestaciones, e incluyen el acceso a servicios b�sicos de calidad, mejoras en la distribuci�n del ingreso, etc.

 

Estos niveles se consideran en las pol�ticas gubernamentales, y se requiere de un equilibrio de los tres para realizar un abordaje m�s integral al fen�meno multicausal de la violencia (Rebollo, 2017).

 

El gobierno del presidente Francisco Flores, del partido ARENA, es el primero en reconocer la situaci�n al alza de la violencia relacionada mayoritariamente a grupos pandilleriles o �maras�. La pol�tica de seguridad que se comienza a implementar descansa fundamentalmente en un eje de represi�n y control denominada �mano dura�. Posteriormente, el presidente sucesor del mismo partido pol�tico, El�as Antonio Saca, da continuidad a las acciones del gobierno anterior a trav�s de la pol�tica �Super Mano Dura� a pesar de presentar acciones de prevenci�n con las medidas �Mano Amiga� y �Mano extendida�. El gobierno del presidente Mauricio Funes, con el FMLN, comienza a darle m�s �nfasis e integralidad a las pol�ticas de seguridad, pero continuando con una predominancia en el nivel represivo, situaci�n que contin�a con el gobierno actual de Salvador S�nchez Cer�n.

 

De igual manera, Bonilla (2015) establece la hip�tesis de que las pol�ticas de seguridad focalizadas y basadas en represi�n establecidas en el pa�s para contrarrestar la inseguridad, resultaron ineficientes en la disminuci�n de los niveles de violencia y resultan contraproducentes para consolidar un cuerpo policial coherente con la democracia, al desvirtuar los principios rectores de los Acuerdos de Paz en la reforma policial. Existe un incremento de denuncias sobre abusos policiales y persecuci�n, dada la presi�n existente sobre la PNC para obtener resultados en la aplicaci�n de las pol�ticas de seguridad. Esta presi�n lleva tambi�n a un involucramiento de los militares en la seguridad p�blica, situaci�n transitoria que se volvi� semi permanente (International Crisis Group, 2017). As�, tambi�n surgen denuncias de organizaciones sobre posibles violaciones a los derechos humanos en la persecuci�n y encarcelamiento de pandilleros, pero sigue existiendo un mayor dominio en la opini�n popular y en el �mbito pol�tico sobre la aplicaci�n de pol�ticas a nivel represivo.

 

Exposici�n cronol�gica de programas y acciones en materia de seguridad ciudadana ante el fen�meno de pandillas

Posterior a la guerra civil de 1980 a 1992, se firmaron los acuerdos de paz, sellando el conflicto armado, se desmantelaron cuerpos de seguridad como la Polic�a de Hacienda, la Polic�a Nacional y la Guardia Nacional; creando en su lugar la PNC como instituci�n principal que vela por la seguridad del pa�s. Sin embargo, luego de este proceso de paz, las instituciones pol�ticas y de seguridad no han logrado resolver un panorama de criminalidad, violencia y delincuencia cada vez m�s extendido.

Hasta 2003, se categorizaba a las pandillas como problemas que afectaban a barrios populares, siendo ignorado por las autoridades y pol�ticos; y la polic�a reaccionaba a la violencia generada por estos grupos como incidentes aislados, no exist�a una pol�tica para enfrentar este fen�meno (Savenije, 2014). A partir de ese a�o, tanto los gobiernos de ARENA como FMLN �han basado sus pol�ticas de enfrentamiento a las pandillas en la recuperaci�n del control territorial del Estado en zonas con alta presencia criminal, encarcelamientos masivos y operaciones conjuntas de polic�a y ej�rcito� (International Crisis Group, 2017). Estas pol�ticas han generado un efecto opuesto, y la inseguridad en el pa�s sigue creciendo.

 

La evoluci�n de las pol�ticas de seguridad es analizada tambi�n por el International Crisis Group (2017), identificando que las estrategias de seguridad con �nfasis punitivo (detenciones) a trav�s de operaciones conjuntas de polic�a y militares, son un denominador com�n en las pol�ticas contra las pandillas en los �ltimos quince a�os; y existe una dificultad en generar una respuesta flexible del Estado a los cambios en la estructura criminal y delincuencial a lo largo del tiempo.

 

a.     Pol�tica de Mano Dura

A partir de la violencia surgida post conflicto armado, el gobierno del presidente Francisco Flores (1999-2004), bajo el partido pol�tico ARENA, implement� los primeros planes anti pandillas en 2003, mediante el �Plan Mano Dura� y la Ley Antipandillas, que fueron anunciados pocos meses antes de finalizar su mandato. Estos planes incluyeron operaciones policiales y militares, as� como un marco legal para la criminalizaci�n de las pandillas, y facilitar la detenci�n de sus miembros.

La Ley Antipandillas facult� a la PNC a privar a salvadore�os de algunos de sus derechos constitucionalmente reconocidos ante la sospecha subjetiva de pertenencia a pandillas; presentando vicios de inconstitucionalidad, dadas las reformas al C�digo Penal y al C�digo Procesal Penal para poder tipificar los delitos, lleg�ndose a declarar inconstitucional en 2004 por la Corte Suprema de Justicia (Bonilla, 2015). Sin embargo, fue reemplazada por la Ley para el Combate de las Actividades de Grupos o Asociaciones Il�citas (LCAGAIE), aprobada por la Asamblea Legislativa.

As�, el Plan Mano Dura fue criticado por centrarse en la dimensi�n represiva y por una persecuci�n policial a j�venes bajo rasgos asociados a pandillas; con una serie de leyes que contradec�an los delitos recogidos en la dem�s legislaci�n penal y judicial. (Infosegura, 2017).

 

b.     Pol�tica de Super Mano Dura

El presidente Antonio Saca (2004-2009) present� su plan de gobierno desde el partido ARENA, denominado �Pa�s Seguro: plan de Gobierno 2004-2009� con un �rea de acci�n enfocada a combatir la delincuencia titulada �Seguridad Ciudadana: mejor calidad de vida� donde se sosten�a que el origen de esta era multicausal, y por lo tanto el combate deb�a ser desde m�ltiples �reas, pero enfoc�ndose en el corto plazo en el aspecto sancionatorio. Este implementa el �Plan S�per Mano Dura�, que contin�a el enfoque represivo y punitivo del plan anterior con operativos de captura denominados �Pu�o de hierro�, a la vez que incluye planes de prevenci�n y rehabilitaci�n, a trav�s de las iniciativas �Mano Amiga� (�nfasis en prevenci�n) y �Mano extendida� (�nfasis en reinserci�n y tratamiento), que identificaban comunidades prioritarias y se dirig�an a j�venes en riesgo y pandilleros encarcelados, pero que tuvieron poca inversi�n para incrementar su impacto a pesar de abogar por un mayor control de las acciones policiales, evitando las malas pr�cticas encontradas con el programa anterior.

 

Durante el gobierno presidencial de Antonio Saca, se crea en 2006 el Ministerio de Seguridad P�blica y Justicia Social (MSPJS) como una forma de descentralizar las pol�ticas de seguridad del Gobierno central. As�, instituciones como la PNC, la Direcci�n General de Centros Penales (DGCP), la Academia Nacional de Seguridad P�blica (ANSP) entre otros, pasaron a formar parte de �ste. Este ministerio tendr�a la funci�n de elaborar pol�ticas y estrategias en materia de seguridad y dar impulso a crear Comit�s de Seguridad Ciudadana, como forma de organizaci�n civil en el rubro de seguridad, as� como reglamentar y controlar el sistema penitenciario, entre otras funciones. (Infosegura, 2017).

 

En este periodo se contribuye a institucionalizar el rol del Ej�rcito en la construcci�n de seguridad p�blica en El Salvador (Bonilla, 2015), autorizando el apoyo de la Fuerza Armada a efectuar operativos de seguridad en conjunto con la PNC. Se da tambi�n la aprobaci�n de la Ley Especial Contra Actos de Terrorismo (LECAT) en 2006, donde se trata de realizar una vinculaci�n de las pandillas o maras con �organizaciones terroristas�; as� tambi�n se aprueba la Ley Contra el Crimen Organizado y Delitos de Realizaci�n Compleja (LCCODRC) como una forma de regular el procedimiento de los tribunales y de relacionar de forma indirecta nuevamente a las pandillas con el crimen organizado. A�adido a esto, se encuentra el d�bil proceso de detenci�n y procesamiento de miembros de pandillas, por problemas de falta de pruebas e incoherencias legislativas.

La funci�n de las pol�ticas de seguridad de estos periodos presidenciales era m�s para contrarrestar el rechazo de la ciudadan�a ante los periodos de aumentos de violencia, como explica Savenije (2014): �comunicaban a la poblaci�n que el gobierno estaba en control de la situaci�n�.

 

c.     La Tregua

Con la llegada a la presidencia de Mauricio Funes, del FMLN, que se visualiza el fen�meno de las pandillas como un problema con ra�ces estructurales, y con necesidad de medidas de pol�tica de seguridad m�s integrales: se fomentan las campa�as de prevenci�n de violencia y represi�n de forma paralela, destac�ndose las estrategias nacionales de prevenci�n de violencia entre 2010 a 2013 y la aprobaci�n de la Ley de Proscripci�n de Pandillas o Maras y Grupos de Exterminio (LPPMGE) en 2010, que proh�be la existencia, legalizaci�n, financiamiento y apoyo a estas agrupaciones, y establece directivas para golpear sus estructuras de financiamiento (Bonilla, 2015).

En ese a�o se present� la Pol�tica Nacional de Justicia, Seguridad P�blica y Convivencia (PNJSP) que rechazaba el tratamiento represivo de los gobiernos anteriores a la criminalidad y la ausencia de planificaci�n estrat�gica e instaba a la mayor participaci�n ciudadana, coordinaci�n interinstitucional e investigaci�n cient�fica del delito. Esta tambi�n orient� una estrategia territorial en torno a la creaci�n de los Concejos Municipales de Prevenci�n de Violencia (CMPV) bajo la estrategia Municipios Libres de Violencia, involucrando as� a los gobiernos locales y las comunidades en la identificaci�n de factores de riesgo de criminalidad para el dise�o de planes de acci�n (Bonilla, 2015). De esta pol�tica se deriva la Estrategia Nacional de Prevenci�n de Violencia y el Delito (ENPVD), y tambi�n se impulsan programas de reinserci�n en el sistema penitenciario a trav�s del programa �Yo cambio� como iniciativa para el involucramiento de privados de libertad en actividades productivas.

 

Iniciativas como la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres, Ley Marco para la Convivencia Ciudadana y las Contravenciones Administrativas, la Pol�tica Nacional contra la Trata de Personas; surgieron para volver m�s integral la pol�tica p�blica de seguridad durante este gobierno, siendo este un avance en la ordenaci�n de funciones y una tendencia distinta a la focalizada en la persecuci�n, control y castigo del delito.

Durante este periodo presidencial se renombr� al Ministerio de Justicia y Seguridad P�blica (MJSP), y se establecieron como titulares de este ente y a la PNC a militares, acciones altamente cuestionadas al significar una militarizaci�n de la seguridad p�blica, y que fueron declarados fallos de inconstitucionalidad por la Sala de lo Constitucional, removiendo a �stos de sus cargos. (Infosegura, 2017). Tambi�n se crea el Gabinete de Seguridad, conformado por el MJSP, el Ministerio de Defensa, la PNC y la Secretar�a de Asuntos Estrat�gicos, con la funci�n de organizar y coordinar estrategias a implementar en el �rea de seguridad; y de igual forma se instaura el Gabinete de Gesti�n para la Prevenci�n de la Violencia y la Doctrina Institucional sobre Polic�a Comunitaria.

 

Sin embargo, debido al alza de asesinatos, se genera un cambio en las pol�ticas de seguridad: se inicia un di�logo indirecto con los l�deres de pandillas para la reducci�n de asesinatos a cambio de mejoras en las condiciones de c�rceles mediante la llamada �tregua de pandillas� iniciada en 2012; gener�ndose reducciones en los homicidios. Pero la falta de apoyo p�blico y pol�tico llev� al fin de �sta, gener�ndose un distanciamiento de las negociaciones de ambos partidos, desmoron�ndose la tregua y declar�ndose inconstitucional al estar un militar a cargo de la polic�a civil; dispar�ndose de nuevo los asesinatos.

La tregua de pandillas se realiz� en un ambiente oculto: la tregua de pandillas era conocida m�s como un acuerdo entre las pandillas, y no entre las pandillas y el Gobierno por el temor a las reacciones de los agentes fuera de las negociaciones, evitando reconocer as� su participaci�n en este proceso y expresando a trav�s de mediadores designados su rol (Funde, 2015).

Esto llev� a la percepci�n de que �el gobierno no desarroll� una pol�tica formal o consistente a la tregua; y en cambio, asumieron que podr�an lograr una reducci�n en los homicidios a trav�s de la negociaci�n de un aumento de los beneficios penitenciarios para los l�deres de las pandillas�. (Funde, 2015).

 

d.     Nuevas medidas

Con el nuevo mandato del FMLN, el presidente Salvador S�nchez Cer�n tuvo como reto enfrentar el incremento de la violencia producto de la desintegraci�n de la tregua, ante lo cual crea en 2014 el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia (CNSCC), compuesto por instituciones del Estado, la Corporaci�n de Municipalidades de la Rep�blica de El Salvador (COMURES), iglesias, medios de comunicaci�n, empresas privadas, partidos pol�ticos, representantes de la sociedad civil y comunidad internacional (CNSCC, 2015).

 

Producto del diagn�stico sobre inseguridad elaborado por el CNSCC, se crea el Plan El Salvador Seguro (PESS), que proporciona insumos para enriquecer las pol�ticas de seguridad ciudadana y justicia, propone recoger aportes de los diferentes sectores y facilitar el di�logo, as� como acciones para la implementaci�n de las pol�ticas y el seguimiento a �stas (CNSCC, 2015). El PESS retoma el enfoque de seguridad ciudadana, y da un papel importante a la organizaci�n civil y las comunidades como una forma de descentralizaci�n. Se le da un rol a la generaci�n de datos, al ser una manera de fundar las pol�ticas p�blicas sobre el delito sobre una base de rigor, dado que suele estar politizado, y en el caso de El Salvador, influenciado por el sistema pol�tico polarizado (Rebollo, 2017).

Adem�s de la base preventiva, este plan incluye el seguimiento de acciones de confrontaci�n y control dentro de las pol�ticas p�blicas; a las que se les dio relevancia nuevamente con la aprobaci�n de las llamadas �Medidas extraordinarias� en 2016, una respuesta del Gobierno ante los incrementos de la violencia en ese a�o.

Estas �ltimas medidas inclu�an limitar las comunicaciones de las pandillas desde las c�rceles, y presentan acciones represivas, pero tambi�n alternativas bajo el enfoque de �prevenci�n de la violencia�; como atenci�n a juventudes en riesgo y centros de atenci�n a v�ctimas, como expresa Mart�nez (2018). Acciones contra las finanzas de las pandillas se implementaron, as� como avances en las iniciativas de prevenci�n de violencia en municipios m�s afectados. Sin embargo, los resultados del PESS sido limitados debido a la desigual inversi�n en sus ejes, con un �nfasis en la persecuci�n penal (Mart�nez, 2018).

 

La asignaci�n y ejecuci�n presupuestaria en las pol�ticas de seguridad ciudadana

La situaci�n fiscal de El Salvador adolece de una problem�tica de rigidez fiscal: los niveles de ingreso recaudados no son suficientes para un gasto p�blico creciente y concentrado en gasto corriente, es decir, remuneraciones a empleados p�blicos constituyen el principal componente del gasto, que generan una limitaci�n en el incremento del presupuesto a sectores clave y por tanto, a una rigidez en los incrementos de montos asignados anualmente a trav�s del presupuesto p�blico; situaci�n que se ve agravada por el incremento de la deuda p�blica (ICEFI, 2018).

El caso del sector de Seguridad Ciudadana y Judicial no es distinto: a pesar de que en los a�os el monto asignado ha incrementado, no constituye un mayor incremento para un �rea que requiere de un fuerte apoyo presupuestario.

 

Gr�fico 3: Presupuesto ejecutado en el rubro de Seguridad Ciudadana y Justicia en el periodo 2002-2017

Fuente: Elaboraci�n propia con base a datos del Gobierno de El Salvador (2002-2017).

 

Al desagregar el presupuesto ejecutado durante este periodo en sus rubros principales, se evidencia la tendencia de los gobiernos al enfoque punitivo y represivo:

El componente de seguridad p�blica[6] es el principal rubro al que se destina dentro del sector, este incluye el fortalecimiento y sueldos de la PNC. Este componente ha tenido incrementos consecutivos (con la excepci�n del a�o 2009 producto de los efectos de la crisis econ�mica en la reducci�n presupuestaria), y acapara en general m�s de la mitad del presupuesto del sector, y en los �ltimos a�os, m�s del 70%. El segundo componente al que se le destina mayor presupuesto es al sistema penitenciario, representando m�s del 10% en general en el periodo, y durante los a�os 2006-2008 m�s del 30%.

El componente de prevenci�n, participaci�n y reinserci�n social no aparece sino hasta el a�o 2009 en la desagregaci�n presupuestaria, y su monto ha ascendido hasta representar un 1% del total del rubro.


 

Gr�fico 4: Desglose del presupuesto ejecutado en el rubro de Seguridad Ciudadana y Justicia en el periodo 2002-2017[7]

Fuente: Elaboraci�n propia con base a datos del Gobierno de El Salvador (2002-2017).

 

La anterior desagregaci�n presupuestaria respalda la primac�a el enfoque de represi�n sobre la prevenci�n en la designaci�n presupuestaria. Vale la pena especificar que, para el discurso oficial de los presidentes, los programas sociales (sobre todo aquellos no contributivos) constituyen parte de los esfuerzos para la prevenci�n de violencia, sin embargo, como se ha expuesto anteriormente, estos junto con el acceso a los servicios b�sicos de calidad y las mejoras en la distribuci�n del ingreso son parte del nivel de promoci�n del desarrollo humano y recuperaci�n del capital social.

 

La asignaci�n presupuestaria al rubro de seguridad ciudadana y justicia depende de la aprobaci�n del presupuesto en la asamblea legislativa. Los conflictos entre diputados de la asamblea, caracterizados por divisiones entre partidos pol�ticos, para la aprobaci�n del presupuesto a pol�ticas, programas, y estrategias generadas desde el �rgano Ejecutivo, especifican nuevamente el rol protag�nico que adquieren los tres principales actores caracterizados previamente.

 

Evaluaci�n de la continuidad y cambio de las pol�ticas p�blicas de seguridad ciudadana en El Salvador

La tendencia a la estabilidad y el cambio en la pol�tica de seguridad ciudadana en El Salvador

A partir de la implementaci�n de las pol�ticas de seguridad p�blica ante el fen�meno de las pandillas en el a�o 2003, cuatro periodos presidenciales han abordado de distinta manera la situaci�n de violencia, y han respondido a trav�s de diferentes pol�ticas y medidas. Los primeros dos pertenecieron al partido pol�tico ARENA, con una l�nea de �derecha� o conservadora en su gesti�n, mientras que, a partir del a�o 2009, la presidencia la ostenta el partido FMLN, con una orientaci�n de �izquierda� dados sus or�genes en el conflicto armado.

Sin embargo, como expresa el International Crisis Group (2017), a pesar de las diferencias ideol�gicas de ambos partidos, sus enfoques de pol�ticas de seguridad son similares: ARENA bas� durante sus gobiernos de 1999 a 2009 en estrategias de aumentos de detenciones, encarcelamientos a gran escala y agilizaci�n de procesos judiciales; enfoque punitivo que fue continuado por el FMLN, sobre todo a partir de su segundo mandato con mayores condiciones de detenci�n y rol de militares en la seguridad p�blica.

 

Entre partidos, es posible encontrar una l�nea de continuidad de sus pol�ticas, pero tambi�n hay factores de cambio que vuelven al final del mandato una tendencia distinta respecto al periodo presidencial anterior:

       ARENA: El primer partido en involucrar a las pandillas en su pol�tica de seguridad, trata de mantener el enfoque represivo en los dos periodos, sin embargo, el segundo periodo involucra a la fuerza armada como apoyo a la PNC, as� como dos subcomponentes basados en la rehabilitaci�n y prevenci�n. Existe as� una l�nea de cambio en las pol�ticas, a pesar de que el n�cleo sigue siendo el mismo.

       FMLN: El primer periodo presidencial del FMLN involucr� la creaci�n de estrategias y aprobaci�n de leyes e instituciones para la prevenci�n, participaci�n y rehabilitaci�n, m�ltiples programas tratan de romper la visi�n de enfoque punitivo, aunque este se mantiene predominante. La tregua constituye un rompimiento en las pol�ticas de seguridad p�blica con los anteriores gobiernos; estrategia que es rechazada desde el comienzo por el segundo gobierno del FMLN, generando as� un quiebre al volver a un enfoque represivo potenciado por las llamadas �Medidas extraordinarias�, a pesar de continuar y ampliar la l�nea de prevenci�n con nuevos programas establecidos en el marco del �Plan El Salvador Seguro�.

 

El an�lisis es que, a pesar de que el n�cleo central de las pol�ticas de seguridad ciudadana implementadas hasta ahora ha sido a nivel de represi�n y control, hay rasgos caracter�sticos y de ruptura en cada gobierno, e incluso, entre gobiernos del mismo partido. La continuidad de estas pol�ticas p�blicas resulta un aspecto vital, dado que, a pesar de las cr�ticas al enfoque represivo, este se mantiene; pero los programas a nivel de prevenci�n y de promoci�n del desarrollo humano y recuperaci�n del capital social sufren cambios entre los gobiernos (y una vez m�s, incluso entre los gobiernos del mismo partido).

 

Incidencia de la rigidez fiscal en la puesta en marcha de pol�ticas

La rigidez fiscal que vive El Salvador genera efectos en la totalidad de sus pol�ticas p�blicas: los progresivos pero reducidos aumentos en el presupuesto dedicado al sector de Seguridad Ciudadana y Justicia no permiten alcanzar una mejora en la territorialidad, innovaci�n e incentivos a la fuerza policial ante un fen�meno de pandillas evolutivo y en constante crecimiento. El sector aparece a partir del 2015 como aquel que logra la mayor ejecuci�n presupuestaria, sin incluir que los presupuestos originales sufren modificaciones y terminan siendo incrementados a lo largo del a�o.

 

La rigidez fiscal y la necesidad de un mayor financiamiento son innegables en el sector de Seguridad Ciudadana y Justicia, situaci�n a tomar en cuenta ante los debates y discusiones anuales para la aprobaci�n del presupuesto, que, debido a la din�mica legislativa, terminan en atrasos que afectan a la totalidad de ministerios del pa�s.

 

Por otro lado, como se ha identificado en las principales divisiones presupuestarias del sector, hay una predominancia presupuestaria a las �reas de seguridad (principalmente a PNC) y al mantenimiento del sistema penitenciario sobre los programas de participaci�n, prevenci�n y rehabilitaci�n. Esta designaci�n presupuestaria es una muestra m�s de la continuidad de las pol�ticas represivas sobre las de prevenci�n en el pa�s, y precisa de una mejora en la distribuci�n presupuestaria. Tambi�n se debe tomar en cuenta que s�lo el mantenimiento del actual sistema penitenciario, as� como las remuneraciones a la fuerza policial, absorben una gran parte del presupuesto, y nuevamente demuestran la existencia de una rigidez fiscal que imposibilita la mejora en las pol�ticas de seguridad y que llaman a un consenso para mejorar la asignaci�n presupuestaria para el sector.

 

Democracia como traspi� para atacar problemas estructurales

Luego de quince a�os de pol�ticas de seguridad sin mayores efectos se concluye que los enfoques que �apuntan a luchar contra las ra�ces de las pandillas no han producido los resultados deseados debido a la falta de compromiso pol�tico y divisiones sociales� (International Crisis Group, 2017).

 

La institucionalidad pol�tica de El Salvador, una democracia representativa, no ha logrado enfrentar al problema de las maras de una forma consistente a lo largo del tiempo: el predominio partidario lleva a conflictos sobre impulsar pol�ticas integrales (incluyendo el nivel de prevenci�n y de promoci�n al desarrollo humano y recuperaci�n del capital social), acudiendo a la soluci�n de un problema estructural a trav�s de medidas de pol�tica coyuntural dentro del enfoque de represi�n y control.

 

Los representantes elegidos que ostentan cargos en el poder Ejecutivo o Legislativo han mantenido, independientemente del partido, un enfoque principalmente coyuntural a pesar de los llamados de organizaciones no gubernamentales y academia sobre la necesidad de medidas estructurales y hol�sticas.

La movilizaci�n ciudadana ha mantenido un perfil bajo en los procesos de las pol�ticas de seguridad ciudadana, sin embargo, hay evidencia de involucramiento de las comunidades y organizaci�n en determinadas zonas. El no involucramiento de las comunidades y la falta de un aspecto territorial dentro de las pol�ticas limita su efectividad (INCIDE, 2015).

 

Aspectos de burocracia y conflictos entre diferentes entidades o instituciones estatales contaminan a�n m�s el viciado proceso del desarrollo de las pol�ticas p�blicas, y llevan a que se tomen medidas de pol�ticas laxas, que requieren a�n as� di�logo, negociaci�n y en algunos casos confrontaci�n para su creaci�n, aprobaci�n y ejecuci�n.

 

�Pol�ticas para el electorado o para la poblaci�n?

La permanencia de la violencia se debe al �xito como a los fracasos de los acuerdos de paz, seg�n expresa el International Crisis Group (2017), dado que la pelea por el poder a trav�s de la democracia fomenta una pol�tica de seguridad de confrontaci�n hacia las pandillas por fines electorales, persistiendo estas estrategias de seguridad a lo largo de los distintos gobiernos: detenciones masivas, encarcelamiento, militarizaci�n de labores policiales, etc.

 

El populismo punitivo es descrito por Wolf (2017) como �una estrategia que da prioridad a objetivos pol�tico-electorales sobre la reducci�n del crimen� y retoma el ejemplo de la pol�tica represiva contra las pandillas en el tri�ngulo norte de Centroam�rica (Guatemala, Honduras y El Salvador).

 

En El Salvador, las continuas elecciones en un marco de fr�gil institucionalizaci�n llevan a que los compromisos que adquieran los gobernantes en la etapa electoral y los intereses personales o de los grupos a los que representan (los que financian, pertenecen o se asocian con la c�pula electoral) sean los que se terminen reflejando en la mayor�a de los casos sobre las acciones de pol�tica tomadas.

Wolf (2017) expresa que el Plan Mano Dura se trat� m�s de una �estrategia populista punitiva� que buscaba favorecer al partido gobernante (ARENA) en las elecciones presidenciales del 2004. Dicho plan result� ser popular dada la insatisfacci�n de la poblaci�n de la inseguridad y el acompa�amiento de la cobertura medi�tica que eliminaba los factores estructurales del problema para resaltar s�lo los aspectos delincuenciales y promover una confrontaci�n; generando una incidencia en la victoria electoral del mismo partido en las elecciones. A pesar del rechazo que hab�a realizado el FMLN como oposici�n a las pol�ticas �manoduristas�, estas medidas se continuaron en las administraciones presidenciales de �ste (Wolf, 2017).

 

Las pol�ticas de seguridad de El Salvador han dejado de lado los proyectos de prevenci�n por falta de inversi�n y personal adecuado, promoviendo m�s la labor policial agresiva (International Crisis Group, 2017). A pesar de que los gobiernos admiten la necesidad de un enfoque integral para combatir a las pandillas, el sistema bipartidista competitivo lleva a que las pol�ticas sean �electoralmente atractivas� m�s que en abordar las m�ltiples causas de la violencia, desarrollando as� los �nfasis en enfoques coercitivos; los funcionarios p�blicos relegan los planes de inversi�n por considerarlos de resultados lentos, que no se traduzcan en mayor cantidad de votos o financiamiento otorgado. Sin embargo, la falla m�s importante de las pol�ticas de seguridad, es no abordar las condiciones de vida de las comunidades controladas por las pandillas (International Crisis Group, 2017).

 

Esta indica que, dado que las causas estructurales del fen�meno de las pandillas proviene de la desigualdad socioecon�mica, y solucionarla significar�a afectar los intereses de la �lite salvadore�a, el enfoque represivo es la respuesta oficial preferida al mostrar a un gobierno preocupado por la seguridad p�blica, pero sin abordar las causas estructurales; dicho enfoque fue apoyado por los medios de comunicaci�n al crear un escenario de p�nico moral ante las pandillas y legitimar la respuesta punitiva, y por esto mismo las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que promov�an un control alternativo al problema de las pandillas fueron ineficaces al no considerar estas relaciones de poder (Wolf, 2017).

 

Conclusiones

Las teor�as de continuidad y cambio de las pol�ticas p�blicas no han logrado complementarse para proveer un mejor an�lisis, representando as� diferentes puntos de abordar la problem�tica de la estabilidad de las pol�ticas y requiriendo un esfuerzo en la unificaci�n o agrupaci�n de �stas con el objetivo de proveer un marco te�rico m�s robusto y hol�stico.

 

La institucionalidad pol�tica de la mayor�a de pa�ses de Am�rica Latina (como es el caso de El Salvador), basada en una democracia representativa es fr�gil, favoreciendo la existencia de problemas en los diferentes procesos de las pol�ticas p�blicas; y presentando existencia de actores externos o la primac�a de intereses individuales sobre los sociales, que contaminan el contenido y la estabilidad temporal de las pol�ticas, creando un contexto de presi�n al cambio.

 

El sistema institucional � pol�tico de El Salvador se ve afectado por un bipartidismo, que envuelve al pa�s en una atm�sfera de polarizaci�n agravada a�n m�s durante los seguidos periodos electorales. Esta tambi�n afecta la institucionalidad en materia de legislaci�n, que se enfrenta al fen�meno de pandillas o �maras�, cuyos niveles de violencia han escalado y se han profundizado y extendido en el pa�s.

 

Las pol�ticas de seguridad ciudadana implementadas a partir del reconocimiento de las pandillas como peligros para la sociedad salvadore�a han sido mayoritariamente a un nivel de represi�n y control, incluyendo en los �ltimos periodos el nivel de prevenci�n, pero releg�ndolo a un segundo plano. Hay una continuidad en las pol�ticas p�blicas sobre el enfoque punitivo a lo largo de todos los gobiernos, pero una variabilidad en la inclusi�n de otros enfoques necesarios para el tratamiento del problema estructural que representan las maras, incluso entre gobernantes del mismo partido, que optan por dejar de lado ciertas medidas y crear nuevas estrategias, leyes o planes, cuyo plazo se ve limitado por el periodo presidencial.

 

Las pol�ticas de seguridad ciudadana tambi�n se ven amenazadas por una rigidez fiscal, que afecta el presupuesto asignado y ejecutado, y que limita a�n m�s la posibilidad de aplicaci�n de otros enfoques dentro de las pol�ticas de seguridad ciudadana. A estos se suman, los conflictos entre diferentes instituciones o entidades estatales, burocracia y presiones externas o internacionales.

La transformaci�n medi�tica abona al clima de frustraci�n ciudadana en el tema de la inseguridad, que refuerza y apoya medidas represivas m�s fuertes; fomentando a un �populismo punitivo�, y que permite que la aplicaci�n de medidas punitivas y de control se vuelvan electoralmente atractivas, y lleven al consenso impl�cito entre los diferentes partidos pol�ticos de darle una continuidad y mayor �nfasis a la estrategia represiva sobre las dem�s.

 

Como muchos opinan, se requiere una transformaci�n en el enfoque de seguridad del pa�s, requiriendo abandonar el conjunto de pol�ticas de seguridad desgastado, y reformar las instituciones judiciales y de seguridad para una distribuci�n adecuada de recursos en �reas concentradas de violencia, impulsando la actuaci�n policial, as� como programas de reinserci�n, rehabilitaci�n e incentivos para evitar la entrada a las pandillas (International Crisis Group, 2017).

 

Como expresa Mart�nez (2018) se necesita que medidas de pol�tica de seguridad integrales como la actual pol�tica �Plan El Salvador Seguro� se vuelvan prioritarios en los gobiernos independientemente del partido pol�tico, con una asignaci�n presupuestaria equilibrada, y que surja un pacto de Estado con una visi�n integral con el resto de partidos pol�ticos, las instituciones y la sociedad civil, para el �xito de las pol�ticas en materia de seguridad

 

La integraci�n y organizaci�n de los diferentes actores en el proceso de las pol�ticas de seguridad ciudadana para solucionar el fen�meno de las maras es fundamental, requiri�ndose un consenso sobre el enfoque a seguir para garantizar una continuidad de una propuesta integral, pero tambi�n enfrentarse a los cambios y evoluciones de las pandillas.


 

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Lic. Jos� Rafael Alas Vides

Economista graduado de la Universidad de El Salvador (UES). Actualmente estudiante becario de la Maestr�a de Pol�tica Econ�mica para Centroam�rica y el Caribe en el Centro Internacional de Pol�tica Econ�mica para el Desarrollo Sostenible (CINPE) de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Promotor de Empleo en la Unidad de Monitoreo y Seguimiento al Programa �J�venes con Todo�, dentro del marco del Plan El Salvador Seguro (PESS), para el apoyo al empleo, empleabilidad y emprendimiento de juventudes, as� como apoyo a medidas de prevenci�n de violencia. Investigador asistente en el Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el Cambio Social (INCIDE), desarrollando evaluaciones a las pol�ticas p�blicas con �nfasis en pol�ticas sociales, econ�micas y de seguridad ciudadana.

 

Correo electr�nico: josealas1220@gmail.com

 

 



[1] Economista graduado de la Universidad de El Salvador (UES). Actualmente estudiante becario de la Maestr�a de Pol�tica Econ�mica para Centroam�rica y el Caribe en el Centro Internacional de Pol�tica Econ�mica para el Desarrollo Sostenible (CINPE) de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Promotor de Empleo en la Unidad de Monitoreo y Seguimiento al Programa �J�venes con Todo�, dentro del marco del Plan El Salvador Seguro (PESS), para el apoyo al empleo, empleabilidad y emprendimiento de juventudes, as� como apoyo a medidas de prevenci�n de violencia. Investigador asistente en el Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el Cambio Social (INCIDE), desarrollando evaluaciones a las pol�ticas p�blicas con �nfasis en pol�ticas sociales, econ�micas y de seguridad ciudadana.

 

[2] Stein & Tommasi (2006) definen que un sistema partidista se puede considerar institucionalizado cuando la competencia entre estos es estable, los ciudadanos se identifican con alguno y las organizaciones partidistas est�n desarrolladas e influyen en la orientaci�n de las pol�ticas y liderazgo de los partidos.

[3] La Organizaci�n Mundial de la Salud (OMS) indica que se entiende como violencia �uso deliberado de la fuerza f�sica o poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, da�os psicol�gicos, trastornos del desarrollo o privaciones� (OMS, 2012).

[4] De acuerdo a la Estrategia Nacional de Prevenci�n de la Violencia (Gobierno de El Salvador, 2013): �La seguridad ciudadana es una forma espec�fica y restringida de seguridad humana que tiene como fin la protecci�n de las personas contra la violencia y el delito�. Se entiende a la seguridad ciudadana como un bien p�blico, un orden ciudadano democr�tico que elimina las amenazas de la violencia en la poblaci�n y permite una convivencia segura y pac�fica; reconociendo la multicausalidad y multidimensionalidad de la violencia y el delito, y la necesidad de pol�ticas integrales para resolver los problemas, con �nfasis en la prevenci�n (Gobierno de El Salvador, 2013).

[5] Se define a la prevenci�n de la violencia como: �Conjunto de medidas destinadas a reducir y controlar los factores de riesgo en territorios focalizados, que facilitan que personas o grupos desarrollen conductas violentas o infracciones. Asimismo, se consideran las estrategias o medidas que permitan la adecuada inserci�n social de aquellas personas que se encuentran en especial situaci�n de riesgo� (Gobierno de El Salvador, 2012).

[6] Del a�o 2002 al 2005, seguridad p�blica englobaba a la totalidad de rubros: PNC, Sistema Penitenciario, etc.

[7] S�lo se eval�an tres rubros dentro del desglose: Seguridad Ciudadana, Sistema Penitenciario y Prevenci�n, rehabilitaci�n y reinserci�n social.