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Revista Centroamericana de Administración Pública (87) Julio / Diciembre 2024
La cultura tradicional indígena
latinoamericana en el proceso de
globalización desde la perspectiva
del etnocentrismo
Resumen
Li Yan1
En el contexto de la creciente globalización, América Latina se encuentra en medio de un choque entre la
modernización impulsada por Occidente y la cultura tradicional indígena. Durante mucho tiempo, Europa,
desde una perspectiva etnocéntrica, ha mantenido prejuicios hacia la cultura indígena de América Latina,
tratando de juzgar y modelar la sociedad latinoamericana con parámetros occidentales. Sin embargo,
muchos conceptos de la cultura indígena, como el respeto a la naturaleza, la importancia del equilibrio
ecológico y la idea de coexistencia armónica, están siendo reconocidos como recursos valiosos y guías
para abordar los problemas ambientales y sociales que enfrenta el mundo hoy en día. Este artículo
se propone analizar de manera sistemática los desafíos y conflictos que afronta la cultura indígena
latinoamericana en el proceso de globalización, centrándose en dos conceptos tradicionales clave: el
pensamiento de “Pachamama” y la visión de “Buen vivir” para el desarrollo armonioso. Además, busca
explorar cómo se puede abordar el papel actual de la cultura tradicional indígena. El artículo concluye
señalando que, en el mundo globalizado de hoy, para reflexionar y criticar el etnocentrismo cultural, es
necesario adoptar un enfoque basado en la diversidad cultural igualitaria, lo cual permite comprender
el verdadero significado de la cultura indígena. El respeto y la comprensión de la singularidad de la
cultura indígena latinoamericana son fundamentales para lograr un desarrollo global más equilibrado y
sostenible
Palabras clave: GLOBALIZACIÓN, CULTURA INDÍGENA, ECOLOGÍA HUMANA, ETNOPSICOLOGÍA
1Lin Yan de la Universidad de Renmin Beijing, República Popular de China, profesora de español del Departamento de español de la Facultad de Lenguas
Extranjeras de la Universidad Renmin de China (RUC), Beijing, República opular de China e investigadora de la Escuela de Estudios Regionales de la RUC.
This papar is supported by fund for building world-class universities (disciplines) of Renmin University of China. Email: olivialiyan@ruc.edu.cn
Recibido: 5 de julio del 2024 Aceptado: 08 de noviembre del 2024 DOI: 10.35485/rcap87_4
Traditional indigenous Latin American culture
in the globalization process from the perspective of
ethnocentrism
Como citar:
Li, Y. (2024). La cultura tradicional indígena latinoamericana en el proceso de globalización desde la perspectiva del etnocentrismo. Revista
Centroamericana de Administración Pública, (87), 89-106. DOI: 10.35485/rcap87_4
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In the context of increasing globalization, Latin America finds itself amid a clash between modernization
driven by the West and traditional indigenous culture. For a long time, Europe, from an ethnocentric
perspective, has maintained prejudices against the indigenous culture of Latin America, attempting to
judge and shape Latin American society through Western standards. However, many concepts from
indigenous culture, such as respect for nature, the importance of ecological balance, and the idea
of harmonious coexistence, are being recognized as valuable resources and guides to address the
environmental and social problems the world faces today. This article aims to systematically analyze
the challenges and conflicts faced by indigenous Latin American culture in the globalization process,
focusing on two key traditional concepts: the “Pachamama” philosophy and the “Buen vivir” vision for
harmonious development. Moreover, it seeks to explore how the role of traditional indigenous culture
can be addressed today. The article concludes by stating that, in today’s globalized world, to reflect
on and criticize cultural ethnocentrism, it is necessary to adopt an approach based on equal cultural
diversity, which allows for a true understanding of indigenous culture. Respecting and understanding the
uniqueness of Latin America’s indigenous culture is essential to achieving more balanced and sustainable
global development.
Abstract
Keywords: GLOBALIZATION, INDIGENOUS CULTURE, HUMAN ECOLOGY, ETHNOPSYCHOLOGY, ETHNOPSYCHOLOGY
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La globalización ha traído consigo numerosos beneficios, pero al mismo tiempo nos ha atrapado
en el círculo vicioso de una búsqueda ciega de eficiencia y sobreexplotación bajo el modelo
económico neoliberal. A medida que avanza este proceso, surgen continuamente crisis económicas,
alimentarias, ambientales y energéticas. Para abordar estos problemas, estudiosos y expertos de
diversas partes del mundo han propuesto conceptos como la “economía verde” y el “socialismo
ecológico”, basándose en teorías de diversas disciplinas. A través de cambios de los modelos de
desarrollo, se está formando gradualmente un consenso sobre la necesidad de transformar este
modelo para lograr un desarrollo global más sostenible. Sin embargo, la verdadera clave radica
en cambiar los valores y conceptos culturales arraigados en las sociedades. En la actualidad,
la globalización representa un período de gran desarrollo en cuanto a la diversidad cultural, y
promover un desarrollo saludable de las culturas va más allá de proteger simplemente las llamadas
culturas “marginadas”. Por lo tanto, es crucial abandonar los prejuicios y las percepciones de
superioridad o inferioridad cultural. Comprender los contextos históricos de diferentes culturas
desde una perspectiva de igualdad podría permitir abordar y resolver de manera más efectiva las
dificultades del desarrollo en el actual proceso de globalización.
A lo largo del proceso globalizador, la cultura indígena latinoamericana tiene, de hecho,
una relación dialéctica con la globalización. El juego entre la modernización promovida por
Occidente y la cultura tradicional indígena implica una influencia mutua. La visión indígena de
desarrollo “sostenible” por instinto está experimentando un estado de estancamiento con el
consumismo desenfrenado que ha barrido a todos los países en el proceso de globalización.
Mientras la sociedad industrializada enfrenta dilemas en el desarrollo social, especialmente en
temas ambientales y de recursos, la cultura indígena ofrece un modelo de desarrollo sostenible
que ha sido validado históricamente. Este artículo se propone analizar desde la perspectiva del
pensamiento indígena las alternativas de desarrollo en el contexto del proceso de globalización
a partir de la comprensión de la cultura latinoamericana, Asimismo, se explorará el papel actual
del pensamiento indígena, que aún enfrenta prejuicios culturales, con el objetivo de superar el
etnocentrismo y tratar todas las culturas desde una verdadera perspectiva de igualdad.
2. Enfoques teórico y metodológico
El etnocentrismo es un concepto fundamental en sociología y antropología, descrito
sistemáticamente por el sociólogo y antropólogo William Graham Sumner en su obra “Folkways”.
Se refiere a la tendencia de un individuo o grupo cultural a centrarse en su propia cultura y a
evaluar otras culturas utilizando los estándares de la suya propia (Graham,1906) En este proceso,
la propia cultura se percibe como superior, correcta o natural, mientras que las demás pueden
ser consideradas inferiores, erróneas o antinaturales. Esta perspectiva refleja una inclinación
humana generalizada a utilizar la propia cultura como criterio para juzgar todas las demás. El
etnocentrismo ha tenido un impacto significativo, especialmente durante el período de expansión
colonial.
Entre los siglos XV y XIX, los colonizadores españoles impusieron su cultura, religión y valores
en América Latina mediante el uso de la fuerza, estableciendo un dominio cultural y político que
construyó una “otredad” cultural. En este proceso, los pueblos indígenas fueron posicionados
como inferiores y sujetos a procesos de “civilización” según los parámetros occidentales. En
las colonias, se instauró un estricto sistema de jerarquías raciales y sociales, relegando a los
Introducción
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indígenas a la base de la estructura social, impidiéndoles gozar de los mismos derechos y estatus
que los españoles. Durante la independencia, muchos países latinoamericanos incorporaron
a los indígenas a los “nacionales”, pero en la práctica, ignoraron su identidad y singularidad
cultural, porque la construcción de la identidad nacional continuó fundamentándose en los
estándares culturales europeos, enfatizando un lenguaje y religión uniformes, promoviendo
la “fusión nacional”, que en realidad representaba una asimilación de las culturas indígenas,
marginalizándolas aún más. En el proceso de construcción nacional de América Latina, existieron
divergencias fundamentales entre los criollos y los indígenas respecto a la concepción de la
tierra. Los primeros la consideraban un recurso, obteniendo vastas extensiones de tierra a través
de sistemas legales y utilizando maquinaria agrícola a gran escala, impulsando la agricultura
industrial y la producción a gran escala, mientras que, para los indígenas, la tierra significaba no
solo riqueza material, sino también un profundo vínculo con la naturaleza, su visión del mundo y
estilo de vida únicos. Sin embargo, esta perspectiva indígena sobre la tierra fue considerada el
mayor obstáculo para el proceso de modernización, el etnocentrismo heredado, que se remonta
a la época colonial, ha conducido a la opresión y malentendidos de la cultura indígena.
En la actualidad, la investigación sobre el etnocentrismo continúa expandiéndose. Este
fenómeno afecta de manera más compleja el intercambio cultural y la identidad en el contexto
de la globalización. Arjun Appadurai, el antropólogo indio sobre modernidad y globalización
sostiene que la globalización ha creado nuevas formas de etnocentrismo, introduciendo el
concepto de “paisajes globales” (global scapes), que incluye paisajes étnicos (ethnoscapes),
paisajes mediáticos (mediascapes), paisajes tecnológicos (technoscapes), paisajes financieros
(finanscapes) y paisajes ideológicos (ideoscapes). Appadurai argumenta que la interacción entre
los cinco paisajes es clave para la formación del etnocentrismo moderno. En particular, el paisaje
mediático difunde símbolos culturales y valores dominados por Occidente, especialmente a través
de vías culturales en forma de cine, televisión e internet, moldeando estilos de vida e ideologías
occidentales como un “estándar global” (Appadurai, 1996). Esto influye en la manera en que las
audiencias de diferentes países comprenden las culturas ajenas y, al mismo tiempo, refuerza
la posición dominante de Occidente en el discurso global, debilitando de manera implícita la
independencia de las culturas locales al afirmar la universalidad de los valores occidentales.
Es decir, el etnocentrismo sigue presente en la sociedad moderna y tiene un impacto profundo
en la percepción y situación de las culturas indígenas en América Latina, ya que la cultura
indígena latinoamericana se ve frecuentemente como un símbolo de atraso, superstición o falta
de civilización. Los medios de comunicación, a través de reportes negativos y representaciones
sesgadas, refuerzan estos estereotipos, que finalmente se simplifican en imágenes de misterio,
primitivismo y falta de modernidad.
Alicia M. Barabas sostiene que la expansión de una perspectiva etnocéntrica en el contexto
de la globalización ha intensificado la marginación de las culturas indígenas en América Latina.
El etnocentrismo contemporáneo sigue imponiéndose sobre los grupos indígenas a través de
distintos mecanismos, particularmente en lo que respecta a la explotación de recursos naturales,
los derechos territoriales y la mercantilización de sus expresiones culturales (Barabas, 2015) En
primer lugar, el desarrollo de recursos naturales impulsado por la globalización ha exacerbado
la pérdida de territorios y la disminución de recursos esenciales para los pueblos indígenas.
Motivados por intereses económicos, tanto las multinacionales como los gobiernos han expandido
sus actividades en áreas ricas en minerales, bosques y tierras fértiles, justificando la ocupación
de territorios indígenas bajo el pretexto del desarrollo económico. Esta expansión, respaldada
por leyes y políticas favorables a estos intereses, ignora los derechos de los pueblos indígenas
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sobre sus territorios y su modo de vida, excluyéndolos de los procesos de toma de decisiones
que les afectan directamente. Esta lucha por el control de tierras y recursos no solo amenaza
los ecosistemas de los cuales dependen estos pueblos, sino que también compromete su
subsistencia y dificulta la transmisión de sus prácticas culturales, lo que lleva a una progresiva
desconexión de sus formas tradicionales de relacionarse con la naturaleza. Este enfoque de
desarrollo centrado en la economía y basado en el expolio de recursos contribuye, así, a la erosión
de las culturas indígenas, reflejando la persistencia del etnocentrismo en la actualidad. Por otro
lado, la mercantilización de la cultura indígena ha transformado sus expresiones en símbolos
superficiales de “primitivismo”, “exotismo” o “misterio”, reduciéndolas a productos de consumo
para satisfacer la demanda del mercado occidental. Desde una perspectiva etnocéntrica, la
sociedad dominante tiende a simplificar las culturas indígenas, tratándolas como experiencias
culturales exóticas destinadas al consumo turístico y comercial. Este proceso de simbolización
objetiviza las culturas indígenas y les resta profundidad cultural, despojándolas de su contexto
original y de su significado. Así, el etnocentrismo se manifiesta como un mecanismo de objetivación
cultural que refuerza la posición dominante de la cultura occidental, disminuyendo el valor cultural
de los pueblos indígenas y privándolos de su subjetividad y autonomía.
Finalmente, no cabe duda de que la globalización tiene un impacto adverso en la diversidad
cultural, debilitando especialmente las culturas no occidentales a través de un etnocentrismo
occidental que suele acompañar a este fenómeno. En el caso de las culturas indígenas de
América Latina, la globalización se presenta como un proceso de “valores universales” que
difunde normas culturales y sistemas de valores occidentales en la región. Esta “homogeneización
cultural” impone a las culturas indígenas una pérdida constante de su autonomía e influencia,
llevándolas gradualmente a convertirse en “culturas de fondo” dentro de sus propios territorios.
El proceso globalizador, marcado por una visión etnocéntrica, ignora la riqueza y pluralidad
inherentes a las culturas indígenas, evaluándolas bajo un estándar de “civilización moderna” que
refuerza una jerarquía cultural entre Occidente y los pueblos indígenas. En este contexto, los
pueblos indígenas se ven obligados a enfrentar condiciones difíciles para preservar y transmitir
sus tradiciones culturales, mientras intentan hallar espacios de desarrollo en una sociedad
dominada por estándares globalizados. Por lo tanto, ante los desafíos de la globalización, lograr
un desarrollo social equilibrado que respete la diversidad cultural emerge como una demanda
central para las culturas indígenas de América Latina. Este objetivo no solo es fundamental para
la supervivencia y revitalización de sus tradiciones, sino que también representa una oportunidad
para construir una sociedad que reconozca y valore verdaderamente la riqueza de la pluralidad
cultural en el contexto moderno.
En cuanto a la metodología, este artículo emplea un enfoque progresivo para analizar el
impacto del etnocentrismo en la cultura indígena de América Latina. En primer lugar, se realiza
un análisis bibliográfico con el fin de recopilar investigaciones teóricas sobre el etnocentrismo
y establecer un marco analítico sólido. A continuación, se aplica el método comparativo para
examinar cómo ha influido el etnocentrismo en las culturas indígenas de América Latina a lo largo
de distintos períodos históricos. Finalmente, se recurre al estudio de casos específicos para
analizar fenómenos culturales concretos, tales como la simbolización de la cultura indígena en la
industria turística y la invasión de territorios indígenas con fines de desarrollo económico. Este
enfoque metodológico integrado permite una representación concreta y detallada de cómo el
etnocentrismo penetra y afecta a la cultura indígena latinoamericana. En conjunto, estas teorías
y métodos brindan perspectivas y herramientas profundas para comprender la situación de las
culturas indígenas en el contexto de la globalización.
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3. Dos conceptos esenciales de la cultura tradicional indígena y su valor
contemporáneo en América Latina
Ante la embestida de la globalización, la cultura indígena de América Latina, con su perspectiva
ecológica y sus principios sociales únicos, no solo muestra una vitalidad resiliente en su propia
transmisión, sino que también proporciona recursos intelectuales significativos para los temas
de protección ecológica y desarrollo social en el proceso de globalización. En particular, los
conceptos de “Pachamama” y “Buen vivir” presentes en la cultura indígena son fundamentales. El
primero considera la naturaleza como un todo con valor intrínseco, promoviendo la coexistencia
armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza, y abogando por el uso sostenible de los
recursos. Este pensamiento tiene un impacto profundo en la región de América Latina y ha
sido gradualmente reconocido por la comunidad internacional como una valiosa propuesta para
abordar la crisis ambiental global. Por otro lado, el concepto de “Buen vivir” sostiene que el
desarrollo social debe centrarse en el bienestar colectivo, buscando la igualdad y la armonía en
lugar de la acumulación de logros y riquezas impulsada por el individualismo. Esto proporciona una
referencia importante para modelos de desarrollo alternativos en el contexto de la globalización,
planteando un estándar de felicidad social diferente al de las corrientes dominantes en Occidente.
Sin embargo, el etnocentrismo en el proceso de globalización a menudo establece la
cultura occidental como el estándar universal, percibiendo la cultura indígena como “primitiva”
o “atrasada” y desestimando su rica sabiduría plural. A pesar de ello, frente a los crecientes
problemas del cambio climático, la agotamiento de recursos y la desigualdad social a nivel global,
los principios ecológicos y sociales inherentes a la cultura indígena han comenzado a recibir
cada vez mayor atención. Esta cultura no solo se ha convertido en una parte importante de
la protección de la diversidad cultural global, sino que también está ganando reconocimiento
y promoción en cuestiones sociales y ambientales, destacando el papel positivo de la cultura
indígena latinoamericana en el contexto de la globalización.
3.1 El pensamiento de “Pachamama”
El término “Pachamama” proviene de la cultura inca y está compuesto por dos palabras: Pacha
y mama. En muchas traducciones, “Pachamama” se interpreta como “Madre Tierra”, pero
en realidad no se limita a eso y en quechua, significa “Madre Naturaleza”. Desde un enfoque
lingüístico, “mama” es una de las primeras y más fáciles palabras de adquirir, y su pronunciación,
sorprendentemente similar en muchos idiomas como el chino, el inglés, el francés o el alemán,
y mayoritariamente se refiere a la figura de la “madre”. Por su parte, “Pacha” significa “mundo,
universo, tiempo, era”. Los indígenas consideran que Pachamama, no está confinada a un lugar
específico, sino que está presente de manera omnipresente en la vida cotidiana, con un carácter
cósmico. Por ello, el término “Pacha” tiene una connotación que va más allá de la tierra, ya que
abarca tanto el tiempo como el espacio. Nadie puede escapar de esta realidad espaciotemporal,
es decir, nadie está fuera de Pacha.
En la región central de los Andes sudamericanos, Pachamama llega a ser una deidad poderosa
y venerada por los pueblos indígenas y ocupa un lugar central en la cultura indígena, simbolizando
el agradecimiento y respeto hacia la naturaleza. Según la mitología, el dios sol venerado por los
indígenas, a través de sus rayos, hizo que su esposa Pachamama diera fruto, fertilizando la tierra
iluminada por el sol y trayendo abundancia a las personas. La energía calorífica y lumínica del
sol sostiene nuestras vidas, y los frutos de la tierra nos permiten crecer y prosperar. El término
“Pacha”, con su sentido de tiempo y espacio, evoca un papel cercano al de una madre, ya que
provee tanto sustento material como energía y alimento espiritual, de ahí que se la denomina
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Pachamama (Madre del Cosmos o Madre del Tiempo y Espacio). Hace medio siglo, los científicos
occidentales, Hace medio siglo, el científico Albert Einstein llegó a comprender el concepto en
dimensiones de tiempo y espacio. Sin embargo, los antiguos sabios indígenas, conocidos como
Hmawtakuna, ya lo habían percibido de manera intuitiva, incorporándolo en el núcleo de la cultura
indígena, donde ha perdurado durante miles de años.
Basado en esta comprensión, la noción de “Pachamama” hoy en día se ha desarrollado aún
más. Este concepto ha ido ganando popularidad a medida que se profundiza el conocimiento
sobre la cultura indígena. En la región de América Latina, la palabra se encuentra frecuentemente
en actividades internacionales, regionales y nacionales relacionadas con la educación, el turismo,
la cultura y la protección ambiental, convirtiéndose en un sinónimo de las relaciones entre los seres
humanos y la naturaleza, así como de conceptos modernos como la sostenibilidad y el respeto
por los recursos. En 2002, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)
publicó un libro de texto destinado a presentar conceptos de recursos naturales y protección
ambiental a los jóvenes de todo el mundo, traducido a varios idiomas, titulado Pachamama: nuestra
tierra, nuestro futuro, reflejando así el contenido central del material. La popularidad del concepto
de “Pachamama” indica la sofisticación en la comprensión del tiempo y el espacio, así como de
la relación entre los seres humanos y la naturaleza que se encuentra en la cultura indígena. Como
uno de los elementos centrales de la cultura, plantea un cuestionamiento significativo al camino
del desarrollo moderno. Mientras muchas personas se preocupan por la crisis de la cultura
indígena en el proceso de modernización, y el mundo aún debate el significado y la posibilidad de
su transmisión cultural, los pueblos indígenas siguen manteniendo una existencia armónica con
la naturaleza, guiados por las tradiciones de sus ancestros.
En este contexto, los líderes de los países latinoamericanos han comenzado a integrar las
concepciones ecológicas de los pueblos indígenas en las políticas públicas y en los temas de
desarrollo social, con el fin de impulsar un cambio en la visión de la civilización moderna. Tomemos
como ejemplo al ex-presidente de Bolivia, Evo Morales, quien en su propuesta de los Nuevos diez
mandamientos establece en el sexto un claro énfasis en la importancia de respetar a la “Madre
Tierra”. Esta afirmación no solo promueve y desarrolla la cultura indígena, sino que también ofrece
una nueva alternativa para el desarrollo de la civilización contemporánea. Tal como él expresa:
“Podemos formular estas afirmaciones porque el movimiento de agricultores indígenas en nuestro
hemisferio tiene una base ética para hablar sobre cuestiones ambientales; estas afirmaciones se
han formado y han surgido del acervo moral de la humanidad”.
En la actualidad, en la cultura indígena que sigue viva y en constante desarrollo, “Pachamama”
no es solo una palabra, sino un concepto avanzado que conmemora y expresa el contenido
cultural de más de 500 años de resistencia indígena, al tiempo que señala el camino hacia el
desarrollo social futuro. Por un lado, se enfatiza la necesidad de una convivencia armoniosa entre
los seres humanos y la naturaleza, promoviendo el respeto por el medio ambiente y el equilibrio
ecológico. Esto adquiere una relevancia particular en el contexto de la crisis ambiental global
actual, ofreciendo valores y principios de acción para hacer frente a desafíos como el cambio
climático, la sobreexplotación de recursos y la degradación de ecosistemas. Al mismo tiempo,
representa los valores fundamentales de la cultura indígena, reflejando la relación armoniosa
entre las personas y la naturaleza. En el proceso de globalización en que las culturas indígenas
a menudo enfrentan el peligro de ser marginadas y desvanecidas, la idea de Pachamama nos
recuerda la importancia de proteger la diversidad cultural y de respetar los conocimientos y
derechos tradicionales de los pueblos indígenas, especialmente en lo que respecta a la tierra, los
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recursos y la protección del medio ambiente.
3.2 El concepto del desarrollo armonioso basado en el “Buen vivir”
A medida que el proceso de privatización del espacio público se viene acelerando, el poder se
concentra cada vez más en manos de poca gente, ya sea en el proceso de producción o en el
desarrollo del propio estado, por lo tanto, la resistencia social que surge de ello no es solo un
grito para luchar contra la pobreza, sino también una cuestión de cómo mejorar el entorno de
vida en diversos campos. De hecho, frente la preocupación humana por la crisis de la cultura
indígena en la globalización, la cultura, en sí misma, ya ha respondido a los problemas del
desarrollo con el concepto de “Buen vivir”. Los habitantes indígenas de América Latina, vistos
siempre como un problema, ya habían propuesto hace siglos una filosofía política que podría
considerarse “moderna”.
“Buen vivir” en la concepción de los pueblos indígenas de América Latina representa una
alternativa para romper las estructuras de poder existentes. Proviene de la lengua quechua de
Ecuador, “Sumak Kawsay”, donde “Sumak” significa “sublime, bello, abundante” y “Kawsay” se
traduce como “vida, existencia, convivencia”. Los dos forman juntos la idea de “Buen vivir”. Este
concepto enfatiza la satisfacción material y espiritual del individuo, pero a diferencia de “buena
vida” o “vivir bien”, no se define a través del progreso material o del sentido de superioridad
personal, ni resalta la comparación con otros. En España de hoy, lamentablemente el significado
de “Buen vivir” se ha simplificado a “comer, beber y dormir”, ignorando su profunda carga cultural.
En la lengua aymara de Bolivia, “Buen vivir” se expresa como “Suma Qamaña”, que pone un
mayor énfasis en el concepto de “buen convivir”, refiriéndose a un estado social que va más allá
de la satisfacción individual y se centra en la armonía colectiva. Propone que todos compartan
una vida verdaderamente armónica en equilibrio con la coexistencia y la vida. La filosofía indígena
sostiene que el desarrollo humano debe basarse en la coexistencia armónica entre las personas
y entre los seres humanos y la naturaleza. Esta coexistencia no solo se preocupa por la felicidad
individual, sino que también valora la sostenibilidad del medio ambiente y los ecosistemas. La
cultura indígena sostiene que lo realmente importante no es la acumulación de riqueza, sino
lograr la plenitud de la vida a través de la satisfacción material y espiritual. En términos generales,
el concepto de “Buen vivir” pone énfasis en el desarrollo y la convivencia armónica de todas las
formas de vida, dentro de un marco de respeto mutuo y cuidado del medio ambiente, proponiendo
así un modelo sólido de resistencia frente al consumismo global.
“Buen vivir” no es un concepto malinterpretado que sugiere que los indígenas están conformes
con estar rezagados o que rechazan el desarrollo, como lo insinúa el sesgo de la cultura europea.
Por el contrario, la filosofía indígena refleja un pensamiento de desarrollo armónico, que busca
equilibrio y sostenibilidad en los ámbitos económico, social y político, sin sacrificar los intereses
de otros o de otras naciones en su búsqueda de poder. Los principios simples que los pueblos
indígenas profesan muestran una sabiduría basada en la armonía, enfatizando un camino de
desarrollo imparcial. En el proceso de desarrollo político, el concepto se centra en el avance
coordinado de lo económico, social y político, abogando por una verdadera democracia inclusiva,
en contraposición a la democracia de élites o al corporativismo. Se dedica a construir un entorno
sociopolítico que beneficie a todos, manteniendo la estabilidad y la justicia social. Su noción
central se transmite de generación en generación a través de formas de expresión sencillas y
poderosas, convirtiéndose en un conjunto de valores accesibles y comprensibles para todos.
Esta filosofía proporciona una base sólida para una democracia participativa amplia, creando
posibilidades infinitas para mejorar la democracia participativa y aumentar la participación pública.
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En la década de 1980, unos investigadores afiliados a la sede ecuatoriana de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), junto con organizaciones de protección
ambiental y grupos indígenas locales, aprovecharon las nuevas leyes para llevar a cabo estudios
en diversas comunidades indígenas representativas. Los investigadores estudiaron y siguieron
casos en comunidades indígenas, tales como conflictos por recursos territoriales, disputas de
propiedad, venganzas y alcoholismo, Observando cómo los miembros de las tribus, guiados
por la ley tradicional y la autoridad tribal, resolvían disputas de manera efectiva y practicaban
la autogestión, utilizando principios de armonía y unidad para la mediación. Los investigadores
destacaron que el trasfondo cultural que respalda los principios legales de las tribus indígenas
refleja una visión cósmica de armonía entre el cielo y la tierra. Esta cosmovisión es muy diferente
de la sociedad individualista occidental, que prioriza los intereses privados, ya que valora el
bienestar colectivo y la felicidad comunitaria. Estas disputas resueltas mediante las leyes tribales
representan una extensión de la cultura indígena hacia el ámbito político.
Es relevante señalar que, aunque unos académicos occidentales comienzan a cuestionar cómo
el pensamiento indígena puede ofrecer nuevas orientaciones teóricas, el concepto de “Buen vivir”
ya se ha consolidado como una alternativa política para resolver las dificultades del desarrollo
político. El modelo de desarrollo armonioso que promueve se ha implementado y profundizado en
la práctica administrativa legislativa de Ecuador y Bolivia. En 2008, Ecuador incorporó el término
quechua “Sumak Kawsay” en su texto constitucional, lo que no solo ayuda a proteger los derechos
lingüísticos y culturales de los pueblos indígenas, sino que también establece un marco legal para
garantizar la diversidad cultural y lingüística. Al situar los derechos de la naturaleza en igualdad
de condiciones con la protección de los derechos humanos fundamentales, se ha reforzado la
protección estatal del medio ambiente y la biodiversidad. Se ha determinado que el núcleo del
desarrollo nacional debe enfocarse en la calidad de vida, un sistema legal justo, la participación
pública y la restauración y conservación del medio ambiente. Durante la ex-presidencia de Rafael
Correa, Ecuador implementó tres planes de desarrollo nacional de “Buen vivir” en ciclos de
cinco años. En 2009, Bolivia, mediante la promulgación de una nueva constitución, estableció
formalmente que “vivir bien” es el principio fundamental del desarrollo político del país. Además
de incorporar “Suma Qamaña” en su lengua indígena, la constitución también reconoce, dado
que la población indígena supera el 50%, un modelo económico pluralista cuyo objetivo de
desarrollo es mejorar la calidad de vida de los pueblos indígenas. La inclusión del concepto
de “Buen vivir” en las constituciones de Ecuador y Bolivia refleja no solo el papel fundamental
y normativo de las ideas indígenas en el Estado, sino también una exploración regional de las
leyes fundamentales en la protección de los derechos humanos contemporáneos. Asimismo, se
evidencia que el “Buen vivir”, como visión de desarrollo, es una exploración constructiva para
abordar las contradicciones económicas y sociales que enfrentan los países de América Latina.
Por supuesto, resulta necesario reconocer que en América Latina persiste un fenómeno
significativo de “alternancia política” entre las tendencias de izquierda y derecha, lo cual introduce
una considerable incertidumbre en la implementación de la filosofía del “Buen Vivir”. El ascenso
de gobiernos de derecha, particularmente aquellos que representan los intereses de las clases
medias y altas, a menudo conlleva cambios en las políticas que podrían afectar la continuidad y
el apoyo institucional a esta filosofía. La medida en la que estos gobiernos seguirán respaldando
el ideal del “Buen Vivir” en un marco de políticas que priorizan el crecimiento económico y los
intereses del mercado sigue siendo una incógnita que solo el tiempo y los resultados de sus
políticas podrán esclarecer. En este contexto, los cambios políticos en países como Ecuador y
Bolivia añaden otro factor de incertidumbre. Los gobiernos izquierdas han promovido activamente
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el “Buen Vivir”, ubicándolo como un pilar fundamental en sus estrategias de desarrollo nacional.
Sin embargo, la llegada de administraciones de derecha plantea dudas sobre si esta filosofía
seguirá recibiendo apoyo a nivel político y en términos de asignación de recursos. Este panorama
es aún más incierto en un mundo globalizado donde los intereses económicos y políticos están
interconectados, lo que significa que el respaldo continuo al “Buen Vivir” dependerá en gran
medida de la estabilidad y de la orientación política de los gobiernos de turno.
Además, para que el “Buen Vivir” se convierta en un paradigma generalizado y se pueda
implementar de forma local en América Latina, es crucial encontrar un equilibrio dentro del sistema
económico moderno. Esto es especialmente relevante en relación con la necesidad de ajustar
los modelos de desarrollo para integrar las demandas de protección ambiental inherentes a esta
filosofía. Por ejemplo, en los países en vías de desarrollo que dependen altamente de los recursos
naturales, el enfoque en la conservación ambiental plantea desafíos evidentes. Las políticas
que limitan industrias extractivas como la minería o la explotación forestal pueden restringir el
crecimiento económico a corto plazo, generando una disyuntiva entre el desarrollo económico y
la conservación ambiental. En este sentido, lograr un equilibrio entre el desarrollo de recursos y
la protección ambiental, sin comprometer las necesidades básicas de crecimiento económico, es
una cuestión urgente para los países latinoamericanos.
Al mismo tiempo, el modelo económico de mercado globalizado, caracterizado por la
competencia individual y la orientación hacia el mercado, entra en conflicto estructural con el
espíritu de comunidad y armonía ecológica promovido por el “Buen Vivir”. La cuestión de cómo
reconciliar estos principios en un contexto que prioriza la eficiencia y el lucro constituye un
reto fundamental para la implementación de este paradigma. La clave radica en desarrollar un
enfoque que permita compatibilizar los valores de competitividad individual con la cooperación
comunitaria, evitando así el debilitamiento de los lazos comunitarios tradicionales en una economía
orientada al mercado.
Por eso, para que el ideal del “Buen Vivir” prospere en América Latina, se requieren esfuerzos
para asegurar la continuidad política y el respaldo amplio a esta filosofía, además de la creación
de una vía de desarrollo endógeno y sostenible que sea compatible con las demandas de
modernización. Asimismo, es indispensable encontrar un punto de equilibrio entre la conservación
ambiental, el crecimiento económico y la armonía cultural, que permita implementar de manera
eficaz este enfoque en la región.
4. Los conflictos entre la cultura tradicional indígena y las visiones modernas de
desarrollo
Los conflictos entre la cultura indígena y las concepciones modernas de desarrollo en el proceso
de globalización se manifiestan principalmente en las diferencias fundamentales en torno a temas
centrales como la tierra, la naturaleza, el desarrollo y la economía. La cultura indígena tradicional
enfatiza el equilibrio ecológico, el desarrollo sostenible y la coexistencia armoniosa entre los seres
humanos y la naturaleza, considerando que la naturaleza no solo es la base de la existencia,
sino también la fuente de la cultura y la espiritualidad. Esta perspectiva promueve el respeto y
la protección del medio ambiente ecológico, buscando un estilo de vida que complemente y se
integre con la naturaleza. En contraste, las nociones de modernidad tienden a centrarse más en el
crecimiento económico y la acumulación de riqueza material, a menudo percibiendo la naturaleza
como una herramienta para la obtención de recursos y, en su búsqueda de beneficios económicos
a corto plazo, desatienden la sostenibilidad ecológica y cultural (como se ve en Tabla 1).
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Tabla 1.
Comparación entre las ideas indígenas y las visiones modernistas
Tierra
Relación entre el
ser humano y la
naturaleza
Concepto
de desarrollo
Concepto
de vida
-La tierra no es solo un recurso material, sino
también el hogar de ancestros y deidades, con
un profundo significado espiritual y religioso.
-El ser humano es parte de “Pachamama”, no el
dueño de la tierra y los recursos.
-Los indígenas creen que no tienen derecho a
explotar los recursos de manera desmedida por
intereses personales, y deben respetar el valor
inherente de la naturaleza.
-La naturaleza es vista como un ser sagrado, y la
relación entre el ser humano y la naturaleza es de
reciprocidad y coexistencia.
-Todas las formas de vida están interconectadas,
enfatizando la interdependencia entre humanos,
flora, fauna y elementos naturales.
-Se enfatiza la protección del equilibrio ecológico
y la prioridad del desarrollo sostenible.
- Se considera que el desarrollo económico no
debe lograrse a expensas de los ecosistemas,
promoviendo un uso racional de los recursos
naturales y manteniendo una armonía ecológica
a largo plazo.
-Se enfatiza que la velocidad de desarrollo
debe coincidir con la capacidad de carga del
ecosistema, y aunque se puede ralentizar el
crecimiento, no se debe dañar el medio ambiente.
-El “Buen vivir” promueve una forma de vida sin
dolor ni discriminación, enfatizando la satisfacción
de las necesidades humanas más básicas,
en lugar de buscar la felicidad a través de la
acumulación de riqueza y el consumo.
-Se subraya la coexistencia entre la naturaleza, la
sociedad y la humanidad.
-La tierra se ve como un recurso material
disponible para su uso, una herramienta para
impulsar el crecimiento económico, y se busca
la acumulación de riqueza y el progreso social a
través de su explotación.
-Según la visión moderna, la tierra y los recursos
son propiedad de individuos o estados, y los
propietarios tienen derecho a desarrollarlos y
utilizarlos libremente para su propio beneficio
económico.
-La naturaleza es principalmente vista como un
recurso para el uso humano.
-Se considera que el ser humano tiene dominio
sobre la naturaleza, y se cree que debe controlar
y utilizarla de manera racional para satisfacer
sus necesidades de desarrollo y promover el
progreso social.
-La visión moderna busca el crecimiento
económico a corto plazo, enfatizando la utilización
eficiente de los recursos y la expansión de las
industrias, a menudo ignorando la sostenibilidad
de los ecosistemas.
-Las actividades de agricultura, minería y tala
se expanden para obtener beneficios económicos,
acelerando la acumulación de riqueza material.
-La industrialización y la urbanización se
logran a través de la explotación intensiva de
los recursos naturales, lo que lleva a la
contaminación ambiental y a la destrucción
ecológica.
-En la sociedad moderna, la vida generalmente
se asocia con la acumulación de riqueza material,
el consumismo y el crecimiento económico.
-Se busca mejorar la felicidad personal y el estatus
social mediante la obtención de más riqueza, el
aumento de la calidad de vida y el disfrute de los
avances tecnológicos modernos.
Tema Ideas indígenas Visiones modernistas
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Propósito de
la actividad
económica
Actitud hacia el
capitalismo
Globalización
e intercambio
cultural
Base filosófica
-El propósito de la actividad económica es
mantener la armonía entre la comunidad y la
naturaleza, enfatizando la producción y el consumo
moderados, satisfaciendo principalmente las
necesidades básicas.
-La acumulación de riqueza material se considera
carente de significado intrínseco.
-La cultura indígena se opone al capitalismo
y al neoliberalismo, considerándolos como
agravantes de la desigualdad y destructores
de la naturaleza.
-Se enfatiza el equilibrio entre la naturaleza
y la sociedad, promoviendo la coexistencia
armoniosa entre diferentes culturas.
-Se rechaza el consumismo y la competencia
del capitalismo, abogando por el ahorro y la
compartición de recursos, y promoviendo el
bienestar común de la sociedad.
-A través del concepto de “Buen vivir”, los
indígenas abogan por el intercambio y la
cooperación cultural, aprendiendo mutuamente
y resolviendo conjuntamente problemas
ambientales y desigualdades globales.
-Se considera que la globalización puede ser
una herramienta para promover la coexistencia
cultural y la comprensión mutua.
-Biocentrismo: todas las formas de vida son
iguales, y los seres humanos son solo una parte
de la naturaleza, sin derechos de dominio sobre
ella.
-Se enfatiza la reciprocidad y la igualdad entre
el ser humano y la naturaleza, postulando la
coexistencia de todos los seres vivos para
mantener el equilibrio ecológico.
-El objetivo de la actividad económica moderna
es impulsar el crecimiento económico mediante
la explotación de recursos y la innovación
tecnológica, considerando la acumulación de
riqueza material como la principal fuente de
progreso social y felicidad personal.
-En la sociedad capitalista, la acumulación de
riqueza a menudo se ve como el objetivo final del
desarrollo.
-El capitalismo impulsa la globalización y el
crecimiento económico, pero su enfoque está
en el interés personal y el aumento de la riqueza
material, a menudo ignorando la equidad social y
la sostenibilidad ecológica.
-El desarrollo económico y la acumulación de
riqueza son sus principales motores.
-La globalización ha impulsado la expansión
del capitalismo y la difusión de la cultura
occidental, lo que ha llevado a la globalización
del consumismo.
-El proceso de modernización a menudo se logra
a expensas de las culturas locales y la ecología,
enfatizando la integración global de
la economía de mercado.
-Antropocentrismo: el ser humano está en el
centro, considerando que la existencia de los
recursos naturales es para servir al desarrollo y
los intereses humanos.
-Se enfatiza que la humanidad conquista la
naturaleza a través de la ciencia y la tecnología
para satisfacer la creciente demanda material y
los objetivos económicos.
Nota. Elaboración propia del autor a partir de datos relevantes.
Tema Ideas indígenas Visiones modernistas
Como se muestra en la tabla anterior, las nociones indígenas se centran en la sostenibilidad y el
equilibrio ecológico, enfatizando la coexistencia entre la naturaleza y la economía, mientras que el
modelo de desarrollo moderno promovido por la globalización prioriza el crecimiento económico,
a menudo a expensas del medio ambiente. El etnocentrismo agrava el conflicto ideológico en el
proceso de globalización. La singularidad y universalización del modelo de desarrollo moderno
desatienden la diversidad de la cultura indígena y su contribución a la protección ecológica,
marginando aún más los valores de esta cultura. Al mismo tiempo, el nacionalismo provoca que
las voces y derechos de los pueblos indígenas sean sistemáticamente ignorados en la formulación
de políticas y la distribución de recursos, lo que agrava la vulnerabilidad cultural y la crisis de
supervivencia de estas comunidades.
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Desde la década de 1990, ha habido numerosos conflictos entre los pueblos indígenas de
América Latina y los gobiernos locales. El conflicto entre los indígenas y el gobierno de Perú
sobre la explotación de la Amazonía refleja los prejuicios culturales profundos presentes en el
modelo de desarrollo moderno. Las nociones de desarrollo promovidas por el gobierno y la
sociedad dominante priorizan el crecimiento económico, considerando la tierra como un recurso,
y desatienden la sostenibilidad ecológica y los principios de equilibrio inherentes a la cultura
indígena local. Este modelo de desarrollo moderno encarna un etnocentrismo que establece que
el modelo de crecimiento económico dominado por Occidente es el único estándar de “progreso”,
menospreciando así la comprensión única que los pueblos indígenas tienen del medio ambiente.
Las decisiones políticas del gobierno peruano desde los años 90, especialmente el decreto
firmado por el ex-presidente Alan García para explotar la Amazonía, no han considerado
adecuadamente la cultura y los modos de vida de los indígenas locales. La falta de consideración
es, en esencia, una manifestación de etnocentrismo, que propone que el desarrollo de tierras
y recursos es una dirección inevitable hacia el progreso, ignorando que los pueblos indígenas,
como parte de un país multicultural, gozan de derechos culturales y de supervivencia que deben
ser respetados. Este sesgo ha conducido a decisiones gubernamentales unilaterales y ha fallado
en consultar adecuadamente a las comunidades indígenas.
En el proceso de desarrollo de la Amazonía, aunque se busca fomentar el crecimiento económico,
el gobierno no ha implementado medidas ambientales adecuadas ni ha comprendido y respetado
la dependencia espiritual que los indígenas tienen con la tierra. Esto no solo ha deteriorado el
medio ambiente, sino que también ha violado gravemente los derechos culturales y el espacio vital
de los pueblos indígenas. Las protestas de los indígenas no son simplemente una oposición al
desarrollo, sino una resistencia a un modelo económico que desatiende las diferencias culturales
y la sostenibilidad ecológica. La noción de “Madre Tierra” presente en la cultura indígena enfatiza
la coexistencia armoniosa con la naturaleza, mostrando una alternativa posible de desarrollo.
En esta perspectiva, el desarrollo económico y la protección cultural no son opuestos, sino
que pueden lograrse conjuntamente. Sin embargo, la falta de comprensión y respeto por esta
idea en las decisiones gubernamentales ha llevado a una escalada de los conflictos. Por lo tanto,
erradicar el etnocentrismo y respetar y proteger la idea de la convivencia entre la cultura indígena
y la naturaleza es clave para lograr un desarrollo verdaderamente sostenible en el proceso de
globalización.
La tribu Yanomami es un pueblo indígena primigenio de la Amazonía de Brasil, que ha
considerado la selva amazónica como su hogar sagrado, simbolizando a la “Madre Tierra”, la
fuente de toda vida. Los Yanomami promueven un estilo de vida sostenible, dependiendo de la
selva para mantener el equilibrio ecológico y creyendo que la naturaleza debe ser respetada y
protegida.
Sin embargo, las actividades de minería ilegal están en aumento desde la década de 1980,
especialmente durante el gobierno de Jair Bolsonaro, exacerbando la crisis territorial y humanitaria
que enfrentan los pueblos indígenas. Bolsonaro negó públicamente los derechos territoriales de
los indígenas y permitió la minería en sus tierras, lo que llevó a un aumento de la invasión por
parte de mineros, madereros y empresarios. Más de 10,000 mineros ilegales invadieron el área,
destruyendo el entorno de vida de los indígenas y propagando enfermedades como la malaria.
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La región enfrentó problemas crónicos de seguridad alimentaria. Los productos químicos
utilizados en la minería contaminaron los peces, y el uso generalizado de equipos mineros obligó
a la fauna a refugiarse más adentro del bosque, dificultando aún más el acceso de los indígenas
a alimentos. Según las estadísticas de 2019, más de la mitad de los 5,260 niños Yanomami
monitoreados padecían desnutrición.
Además, los habitantes enfrentaban amenazas de violencia y explotación sexual, con mineros
tratando de forzar la marcha de los Yanomami mediante amenazas y violencia, y muchas mujeres
indígenas adolescentes fueron coaccionadas o atraídas a la prostitución, e incluso ocurrieron
casos de asesinatos de indígenas. Algunos mineros han sido acusados de homicidio y violación.
Estos problemas amenazan gravemente la supervivencia de los pueblos indígenas. En 2021, el
conflicto entre los indígenas Yanomami y los mineros ilegales se intensificó, el cual ha suscitado
una amplia atención internacional, especialmente en el contexto de la Amazonía como una parte
importante del ecosistema global, lo que hace que la necesidad de proteger las tierras indígenas
se vuelva aún más urgente.
El conflicto entre la tribu yanomami y los mineros ilegales no es solo una manifestación directa
de la lucha por recursos, sino que refleja una confrontación más profunda de estructuras culturales
y de poder. Dentro del marco etnocéntrico, el modo de vida tradicional y los valores culturales de
la tribu yanomami son desestimados e incluso amenazados directamente. Durante el gobierno
de Bolsonaro, las políticas que negaban públicamente los derechos territoriales de los pueblos
indígenas evidenciaron el dominio del etnocentrismo en el ámbito político.
El Estado, a menudo en nombre del desarrollo económico, prioriza los intereses del capital,
ignorando los derechos básicos y las condiciones de vida de las comunidades indígenas. En el
proceso de globalización, la noción de modernización dominada por Occidente se está promovieno
a través de medios económicos y políticos, desatendiendo la diversidad de culturas y modos de
vida. El conflicto entre los yanomamis y los mineros ilegales es un microcosmos de este proceso
de modernización coercitiva. A pesar de que la comunidad internacional y las organizaciones
ambientales continúan instando a la protección de los derechos de los pueblos indígenas, en la
práctica, el etnocentrismo sigue predominando, lo que dificulta que la protección de la cultura
indígena y el medio ambiente reciba la atención que merece.
La península de Yucatán en México, hogar ancestral de los pueblos mayas, es también uno
de los destinos turísticos más visitados del país. En años recientes, el desarrollo turístico ha
impulsado la construcción de numerosos complejos y grandes infraestructuras, lo que ha tenido
un impacto considerable en la región. Este crecimiento acelerado ha conllevado la ocupación de
tierras tradicionales mayas, el consumo excesivo de recursos hídricos y el deterioro del entorno
ecológico, lo que ha puesto en riesgo tanto el equilibrio ambiental como los sitios culturales de
gran valor para la identidad maya. La expansión turística en la península de Yucatán refleja las
experiencias de la cultura indígena latinoamericana frente a la globalización, evidenciando sus
transformaciones y retos.
En este contexto, la cultura local se convierte no solo en el principal recurso para atraer
turistas, sino también en el núcleo de la identidad maya. Sin embargo, este desarrollo turístico
desmesurado, bajo el marco de la globalización, presenta características claras de “mercantilización
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cultural”. Al analizar el impacto del turismo desde una perspectiva etnocéntrica, se observa que
el crecimiento turístico y la globalización no han conseguido establecer una interacción positiva
con la preservación cultural. En lugar de ello, han provocado la mercantilización y marginalización
de la cultura indígena maya, lo que pone de manifiesto un proceso más amplio de pérdida de
identidad y autonomía cultural en el contexto de la globalización.
En primer lugar, los sitios arqueológicos mayas, representativos de la cultura indígena, se han
convertido en principales atractivos turísticos. Este “consumo cultural” satisface la curiosidad
de los turistas internacionales; sin embargo, conlleva una simplificación y homogeneización del
patrimonio cultural. Así, la cultura maya se transforma en un producto de “exotismo” comercializado
en el mercado turístico, lo cual genera una representación monolítica de sus símbolos culturales y
omite la riqueza y la dinámica de la vida cultural de las comunidades mayas contemporáneas. Esta
simplificación cultural no solo lleva a malentendidos, sino que también refuerza los estereotipos
sobre las culturas indígenas de América Latina.
En segundo lugar, aunque el desarrollo turístico ha generado ingresos económicos que
aparentemente impulsan el crecimiento local, la distribución de estos beneficios es marcadamente
desigual. Por un lado, las empresas privadas y los inversionistas obtienen ganancias significativas,
mientras que muchos descendientes mayas solo pueden acceder a empleos en sectores de baja
remuneración. La forma de vida tradicional maya no se ha integrado en el sistema económico
dominante, lo que lleva a una marginación progresiva de la cultura étnica y pone en riesgo la
identidad cultural. Esta desigualdad en la distribución de beneficios profundiza la fragmentación
social y limita la capacidad de las comunidades indígenas para influir en el desarrollo económico
y la protección de su patrimonio cultural.
Por último, la expansión de infraestructuras como el Tren Maya y el desarrollo turístico han
impulsado la explotación intensiva de los recursos naturales, generando problemas recurrentes
como la deforestación y la contaminación del agua y del suelo. Las preocupaciones de las
comunidades locales y de los activistas suelen ser ignoradas, y estas prácticas de desarrollo
dañinas tienen un impacto negativo prolongado en los medios de subsistencia y el entorno de las
comunidades indígenas. Con la incursión de infraestructuras modernas y el deterioro ambiental,
el entorno natural y las costumbres culturales de las cuales depende la supervivencia de la cultura
indígena se encuentran seriamente amenazados.
En términos generales, en el contexto de la globalización, los pueblos indígenas enfrentan
desafíos cada vez más profundos debido a las transformaciones económicas y culturales
modernas. Para las comunidades indígenas, la tierra representa mucho más que un recurso vital:
es el núcleo de su cultura, identidad y espiritualidad.
Sin embargo, el desarrollo económico moderno trata a la tierra como una mercancía, forzando a
muchas comunidades indígenas a abandonar sus territorios ancestrales y reubicarse en reservas.
Esta migración no implica solamente un cambio en su estilo de vida, sino también una ruptura con
los fundamentos culturales y espirituales que los definen.
La pérdida de la tierra obstaculiza la continuidad de elementos centrales de la cultura indígena—
su religión, idioma y filosofía de vida—, los cuales están profundamente arraigados en la sacralidad
de la tierra y en el ciclo de la vida.
El sistema económico moderno promovido por la globalización, que impulsa la propiedad
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privada y la mercantilización de la tierra, se opone de manera frontal a la concepción indígena
de la sacralidad de la tierra. Aunque en muchos países de América Latina los pueblos indígenas
han alcanzado igualdad legal, permanecen en una posición marginal en cuanto a participación
política, económica y social.
En el ámbito económico, los indígenas que han perdido sus territorios se ven obligados a
abandonar sus modos de vida autosuficientes, enfrentándose a situaciones de pobreza y sin
acceso a un apoyo adecuado para un desarrollo sostenible.
En cuanto a la seguridad social, los sistemas de salud y pensiones disponibles son limitados,
los recursos educativos son escasos, y las barreras lingüísticas dificultan la transmisión de su
lengua y cultura a las nuevas generaciones.
En su lucha por la supervivencia, las comunidades indígenas no solo defienden sus necesidades
básicas, sino que también trabajan incansablemente para mantener y revitalizar su cultura. No
obstante, los riesgos de marginación derivados de la globalización siguen siendo graves, lo cual
plantea retos significativos para la preservación y el desarrollo de su identidad cultural.
5. Conclusiones y perspectivas
La estructura social de América Latina ha sido profundamente moldeada por el pensamiento
político y los sistemas legales occidentales, los cuales se han convertido en medios centrales
para mantener el dominio colonial y el poder. El sociólogo peruano Aníbal Quijano, al explorar las
raíces del concepto de modernidad, señala que a medida que el mundo se fue formando como un
“nuevo mundo” unificado, diferentes períodos históricos y expresiones culturales se entrelazaban
de manera compleja. Para consolidar su legitimidad, los regímenes coloniales impusieron la
civilización y los valores occidentales como el único camino hacia el “progreso”, etiquetando
otras formas culturales y modelos de organización social como “premodernos” o “atrasados”.
Esta estrategia de dominación, desde una perspectiva etnocéntrica, considera las culturas y
tradiciones no occidentales como inferiores o secundarias, intentando normalizar y transformar
la diversidad cultural de América Latina bajo el modelo occidental, lo que refuerza la posición
hegemónica del sistema colonial. Y este proceso no solo suprimió la expresión de las culturas
locales, sino que también influyó profundamente en la autoidentidad y los modelos de desarrollo
de la sociedad latinoamericana en la era postcolonial.
La relación entre la cultura indígena y el proceso de globalización es dialéctica. En América
Latina, se observa una interacción constante entre la modernización occidental y la cultura
tradicional indígena, en la cual ambas se influyen mutuamente. Los conceptos indígenas de
“Pachamama” y “Buen vivir” no solo cuestionan el modelo económico, social y cultural dominante
de Occidente, sino que también presentan alternativas viables. Sin embargo, el etnocentrismo ha
profundizado la ignorancia y el rechazo hacia estos principios. El modelo de globalización liderado
por Occidente, centrado en el consumismo, la acumulación de riqueza, el desperdicio de recursos
y la explotación intensiva, se percibe a menudo como la única vía hacia la modernización, mientras
que los valores de otras culturas son marginados y calificados de “atrasados” o “utópicos”.
El proceso de globalización ha acelerado la difusión de normas y valores occidentales,
estableciendo el modelo occidental como un estándar global que, en realidad, perpetúa el
etnocentrismo colonial al imponer modelos económicos, políticos y sociales occidentales
en regiones con historias, culturas y contextos sociales distintos. Este fenómeno amenaza la
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diversidad cultural, especialmente en América Latina, donde las culturas indígenas enfrentan una
asimilación forzada y la mercantilización de sus tradiciones desde una perspectiva dominante.
No obstante, este modelo de asimilación es insostenible. La globalización no debería limitarse
a expandir el paradigma de modernización occidental, sino que debe reconocer y respetar la
diversidad cultural de cada región. La cultura indígena latinoamericana, como parte fundamental
del sistema cultural global, merece un trato equitativo y no ser vista como una cultura de menor
rango.
Superar el etnocentrismo y respetar la diversidad cultural es clave para resolver conflictos
culturales. Reconocer la singularidad de la cultura indígena en América Latina, comprender su
contexto histórico y valorar su relevancia contemporánea, especialmente en el ámbito de la
protección ecológica y el desarrollo sostenible, ofrece a la sociedad global un camino alternativo
hacia un desarrollo armonioso. Ante los desafíos de la globalización, adoptar una actitud de
respeto y apertura hacia la sabiduría y experiencias de diversas culturas es esencial para promover
acciones colectivas en beneficio del bien común a nivel global.
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