
Revista Centroamericana de Administración Pública (89) Julio / Diciembre 2025
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4.1 Aanzar el tejido social evitando el boicot del estado
Hemos advertido que, las transiciones, para ser justas, requieren otorgar un rol fundamental a los asuntos
sociales y culturales. La transición energética, como las demás transiciones hacia la sustentabilidad,
no se limita al reemplazo de unas tecnologías o unos insumos por otros, sino que implica reexiones
sobre los modos de decidir, de hacer, y de relacionarnos. La transición energética justa pasa por
comprender que, en tanto seres relacionales, las acciones individuales afectan nuestras colectividades
cercanas e incluso a la sociedad a nivel macro, generando impactos positivos o negativos por efecto
directo o indirecto.
Transitar hacia la sustentabilidad implica reconocer nuestra relacionalidad (Escobar, 2017), no
solo para acusar y señalar responsabilidades frente a acciones que conllevan a la degradación y la
destrucción; sino, fundamentalmente, para reconstruir la posibilidad de conectarnos con otros seres
humanos desde la fraternidad y la apertura, a n de generar acciones creativas que nos permitan dar
soluciones colectivas a las necesidades territoriales, las crisis sociales, y los desafíos ambientales.
La conciencia de relacionalidad permite a los seres humanos reconocer algo de sí mismo en
los otros, y, algo de los otros en sí mismo. Desde allí, aceptar la fortaleza del vínculo social, de la
posibilidad de compartir intereses, propósitos y anhelos comunes capaces de ser puestos en acción.
Sin embargo, el llamado a la común unidad en el marco de las transiciones justas se enfrenta a la
contrariedad de que muchas de las acciones comunitarias, gestadas en territorios con un tejido social
consolidado, son tildadas de ilegítimas o inapropiadas por el estado, dicultando la permanencia en el
tiempo de transformaciones territoriales efectivas.
El aanzamiento del tejido social, tan necesario para el desarrollo de iniciativas ciudadanas, que
pueden abarcar desde prácticas de agricultura urbana hasta creación de comunidades energéticas,
en ocasiones se ve amenazado por la burocracia o incluso inoperancia estatal. La cual, o bien inventa
esquemas complejos para legitimar las iniciativas comunitarias, o retrasa la creación de marcos
normativos claros que favorezcan la asociatividad para todos los ciudadanos. Siendo este el caso de
las comunidades energéticas y otros esquemas autónomos de generación de energía a escala local,
los cuales en la mayoría de los países de la región no cuentan con procedimientos que permitan la
obtención de permisos para la activación de sus sistemas.
Por lo tanto, a n de asegurar las transiciones justas y la transición energética justa es necesario
replantear las actuaciones estatales sobre las iniciativas comunitarias. El Estado debe reconstruir
relaciones de conanza con sus ciudadanos, actuando no como barrera sino como copartícipe en
las iniciativas comunitarias. Para lograrlo, las instituciones públicas y las empresas privadas que se
involucren en proyectos comunitarios de gestión colectiva deben implementar estrategias comunicativas,
pedagógicas y nancieras que fortalezcan el tejido social local (Leonhardt et al., 2022)
La literatura y la experticia de las investigadoras permiten llegar a la conclusión que las políticas
de gobernanza colaborativa, donde el Estado actúa junto con la comunidad y el sector privado, mejoran
Revista Centroamericana de Administración Pública (89) 72-90 Julio / Diciembre 2025