Núm. 77 (2019): Cambiando la forma en que operan los gobiernos
¿Cómo se presenta el futuro?, ¿cuáles serán los medios de comunicación en los próximos 50 años?,¿cuáles serán las responsabilidades de la administración pública en 2060?, el futuro no se puede predecir, por lo que estas interrogantes no tienen respuesta concreta; sin embargo, si se recolectaran datos, se generaran escenarios y posteriormente se presentaran a un grupo de expertos se podrían validar por lo menos algunas nociones, que permitirían a las administraciones públicas preparars para una mejor gestión de esos futuros inciertos, esas herramientas prospectivas son parte de la serie de procesos que si se empezaran a implementar hoy y podrían tener un impacto positivo en el futuro.
Los ciclos de cambio y ruptura nos han llevado a una realidad que está marcada por el avance tecnológico; los medios de comunicación, la fuerza laboral, las relaciones sociales, el comercio, el entretenimiento, la recolección de impuestos, los sistemas de salud y de transporte público, todos tienen componentes tecnológicos, la vida no se entiende sin tecnología.
Esto ha ocasionado que aparezcan nuevas necesidades, especialmente, porque el tejido social es cada vez más complejo, fragmentado y plural, aun así, la administración pública ha sido lenta para solventar las urgencias -nuevas y antiguas- y por esa falta de respuestas se ha ocasionado una crisis de expectativas, donde las sociedades tiene claro que encuentran soluciones inmediatas a sus nuevas necesidades y exigen cambio – o ruptura-.
Por eso, las administraciones públicas deben ser capaces de gestionar las expectativas y la incertidumbre de los individuos para generar capacidades de entendimiento intersectorial, interinstitucional e interactorial y por lo tanto construir soluciones colaborativas, proponiendo una salida constructiva a los retos complejos y problemas dinámicos.
Las brechas, no solo económicas, si no también etarias y tecnológicas, difuminan y acentúan las urgencias particulares a las que la administración pública debe hacer frente y el Estado por sí solo no puede, ni debería, intentar llenar todas esas necesidades, sino asegurar que los sistemas minimicen el impacto del cambio de una manera eficaz y eficiente.
La urgencia es la colaboración, en un panorama en continua transformación, donde se debe pretender que los intereses públicos de las empresas privadas y de los individuos, se coordinen y generen impactos significativos en la gestión de las expectativas; las alianzas público-privadas son una de las características necesarias para prever futuros y generar respuestas.
Es en ese panorama que la recopilación, el procesamiento, la gestión y transformación de datos en insumos con valor real a través de la Ciencia de Datos, supone una caja de herramientas para transformar entornos sociales y económicos, esto porque la gestión, transferencia y aplicabilidad del conocimiento debe funcionar como una alerta temprana, proponiendo medidas que en lugar de generar caos, propongan la tranquilidad de una respuesta responsable en un espacio de incertidumbre.
Los megadatos o Big Data; datos estructurados o no estructurados que producen tendencias sobre los usuarios de un sitio web deben funcionar como una brújula, que señales algunos pasos o tendencias que pueden ser de ayuda para generar soluciones.
Todo esto requiere que la administración pública ponga su mirada en esta tendencia y es que la generación de datos a nivel global está en un punto sin precedentes, según el Banco Mundial (2016), por día se comparten más de 803 millones de twits, 186 millones de fotos en Instagram, 152 millones de llamadas por Skype y se realizan 36 millones de compras por Amazon y estos datos, ni siquiera incluyen a China, uno de los países con mayor flujo de información y el mercado electrónico, más grande del mundo.
La Ciencia de datos debe entenderse como la herramienta capaz de producir evidencia pertinente, de calidad y oportuna para fundamentar y guiar la toma de decisiones en los procesos gubernamentales, empresariales o institucionales. Su utilización ha sido enfocada en el diagnóstico de problemas, análisis de coyuntura y generación de escenarios; en consecuencia, la aplicación de estos datos mejoraría el que hacer de los gobiernos y las administraciones públicas, a través de la generación de soluciones efectivas a problemas de salud, transporte, educación, vivienda, entre otros, así como la creación de escenarios que prevean situaciones o tendencias del futuro para así poder gestionar las incertidumbres de una manera más efectiva.
La aplicación de la Ciencia de Datos en la gestión gubernamental como una política de Estado es una necesidad del contexto actual, a partir de la construcción de escenarios, el uso de Big Data, la consolidación de procesos de gobierno abierto y la aplicación de la gran cantidad de herramientas tecnológicas para la función pública, además, de la toma de decisiones basadas en datos que faciliten y fomenten la toma de decisiones inteligentes y basadas en evidencia.
En una realidad que experimenta cada vez más cambios acelerados, el avance de la tecnología representa cada día mayores desafíos para las administraciones públicas por esta razón se debe reflexionar sobre su importancia y proponer como herramienta de avance. Esta coyuntura requiere que la administración pública, genere un nuevo concepto sobre su función y acepte que debe funcionar también como desarrollador, precursor e incluso regulador de este tipo de tecnología y estar dispuesta a asumir el reto, especialmente porque este no es un proceso sencillo y los límites -si es que los hay- para la acción gubernamental son difusos.